El presidente del Consejo de ministros, don Antonio Cánovas del Castillo, llegaba a San Sebastián en el expreso de Madrid la mañana del viernes, 23 de julio de 1897, acompañado de su esposa doña Joaquina de Osma, del director general de Comunicaciones marqués de Lema y del diputado don Juan Morlesín. Fue recibido en la estación por el ministro de Estado, duque de Tetuán, el embajador de España en París, duque de Mandas y representantes del Ayuntamiento y la Diputación. Se dirigió al Hotel de Londres, donde se hospedaba, permaneciendo en San Sebastián hasta el día 29. La tarde de su llegada fue a Miramar a despachar con la Reina Regente y durante su estancia en nuestra ciudad recibió a unas comisiones del Ayuntamiento de Bilbao y de la Diputación de Vizcaya, al consultor de la Legación de España en Washington señor Calderón Carliste y al diputado portorriqueño señor Sánchez Martín. El día 26, almorzó en el Palacio con la Reina asistiendo a la comida su esposa y el ministro de Estado. El 28 volvió a conferenciar con doña María Cristina. Al día siguiente marchó por ferrocarril al balneario de Santa Agueda, acompañado de su esposa y del diputado señor Morlesín.
El balneario de Santa Agueda, donde acudía muchísima gente en busca de la salud, del fresco o de la tranquilidad, se había abierto en 1827 y el primer personaje que acudió al mismo fue el general portugués vizconde de Villagarcía y durante los setenta años que estuvo abierto, pues se cerró en 1898, la lista de visitantes era nutrida, figurando en ella la Reina Isabel II, el general Narváez y los políticos Martínez de la Rosa, Sagasta, Romero Robledo, Castelar, Martos, el pintor Madrazo, el músico Arrieta... Cánovas era visitante asiduo y solía decir que Santa Agueda le daba vida y el duque de la Torre, otro fiel al balneario, en más de una ocasión afirmó: «Voy a esa casa siquiera por comer».
El domingo, 8 de agosto, sobrelas dos de la tarde, comenzaron a correr por la ciudad rumores de que algo grave había sucedido dada la intranquilidad y desasosiego que se notaba entre el elemento oficial. A las 3 de la tarde,el ministro de Ultramar señorCastellano, acompañado del médico de la Casa Real marqués delBusto, salían precipitadamentede San Sebastián por ferrocarrilcon destino a Santa Agueda. Sepensó en un primer momento que serían noticias de la guerra deCuba y que el ministro iba a conferenciar con el presidente Cánovas. Pero ¿por qué le acompañaba un médico?
En la plaza de toros de Atochaaquel domingo actuaban los diestros Mazzantini y Valentín Martín, que reaparecía tras siete años alejado de los ruedos. Lidiabanganado de Carriquis y allí también se comentaba que «algo»sucedía. Los rumores aumentaron cuando se supo que el embajador de Inglaterra, que se hallabaen un palco, abandonó precipitadamente la plaza y se dirigió alMinisterio de Jornada, que entonces se hallaba en el Hotel deLondres que se alzaba en la Avenida, entre las calles de Fuenterrabía y Guetaria. Otro diplomático le había precedido, el representante de los Estados Unidos,Mr. Taylor. El revuelo era grandetanto en los salones del hotelcomo en los jardines que habíaante la fachada principal, corriendo los rumores más dispares.¿Qué había pasado? Pues nadamenos que acababa de ser asesinado don Antonio Cánovas del Castillo