A Cuba
Ardía la guerra de Cuba, se había iniciado la de Filipinas, en Puerto Rico se detectaban sospechosos movimientos de partidas. Estamos en setiembre de 1896 y en San Sebastián, donde se hallaba la familia real, se seguía con interés y patrióticos ardores las noticias que llegaban de Pinar del Río, de las trochas de Mairiel, de Guanaja y Baracoa.
Soldados pertenecientes a los regimientos de Sicilia y Valencia, de guarnición en San Sebastián, iban a embarcar para Cuba, para reforzar a las fuerzas que allí había. Dos compañías formadas por 10 oficiales, 6 sargentos, 12 cabos y 5 cornetas y 427 soldados del Regimiento de Sicilia, y otras dos del Regimiento de Valencia, eran los que el 4 de setiembre marcharon a Santander para embarcar en este puerto con rumbo a Cuba.
La víspera, la ciudad despidió a los soldados. El aire marcial del pasodoble despertó aquella mañana a los donostiarras. ¡Los soldados de la patria que marchan a Cuba, a defender la honra nacional con su sangre y su ardimiento!», escribía el periódico La Unión Vascongada.
Y la gente corría por las calles para ver a los soldados que, luciendo el uniforme de rayadillo, desfilaban marcialmente hacia la Zurriola, donde iba a celebrarse una misa de campaña.
«El espectáculo era hermoso, indescriptiblemente: resplandecía el cielo azul, profundo, inundado de luz y alegría; el ancho paseo, con su rumorosa bóveda de hojarasca, ofrecía un fresco toldo, bajo el que se apiñaba una multitud abigarrada, mezcla de todas las clases sociales, damas elegantes, obreros, señores, autoridades, gente del pueblo, todo el mundo engalanado como para una fiesta. En medio del paseo, una columna de honor, las compañías con sus jefes y oficiales; hileras de bravos muchachos ufanos de su puesto honrosísimo.
La reina regente, con el rey niño, que vestía uniforme de cadete de infantería como el de los oficiales que iban a Cuba, y las infantas, acudieron a la misa.
La gente obsequiaba a los soldados. La Diputación entregó una peseta y una cajetilla de tabaco a los soldados, dos pesetas y una cajetilla a los cabos y tres pesetas a los sargentos y una caja de cigarros a los oficiales. El Ayuntamiento, que había abierto una suscripción, entregó 10, 8 y 6 pesetas a los sargentos, cabos y soldados, respectivamente. En una tienda de la calle Legazpi, entraron unos soldados para adquirir jamón y el dueño les regaló uno entero y dos docenas de chorizos.
En olor de multitud marcharon aquellos soldados en la mañana del 4 de setiembre.
R.M. - KOXKAS - 4 septiembre 94
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