martes, 13 de septiembre de 2022

LA ROMERÍA DE LEZO

 La romería de Lezo


La romeria de Lezo, que se celebra el 14 de setiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, convocaba a muchos donostiarras y a guipuzcoanos que se acercaban muchos a orar ante el milagroso Cristo. Se va perdiendo la tradición y hoy son pocos los que se acercan al vecino pueblo. Nos quedan relatos del siglo XIX que nos describen la fiesta, entre ellos uno muy curioso de Carlos Demhowski, un viajero que estuvo en España durante la primera guerra carlista. Habia nacido en Italia pero era polaco por la sangre. Sus impresiones de lo que vio por aqui las recogió en un libro titulado «Dos años en España y Portugal durante la guerra civil, 1838-1840”.

De la romeria de Lezo escribió lo siguiente: «Por la tarde, el milagroso crucificado fue llevado en procesión todo alrededor de Lezo y contrastaba singularmente con el fervor de la muchedumbre la bulliciosa alegria de un grupo de mocetones que llevaban en la mano vejigas hinchables y se divertian en pegar con ellas en las espaldas de las mozas a medida que acertaban a pasar por delante de ellos. Terminada la procesión, se prendió fuego a varios toneles llenos de virulas, empezando los pifanos y tamboriles a tocar los bailes».

Como no podía ser por menos, hubo corrida de toros. Así la vio el polaco: «Hubo una gran corrida de novillos en la plaza del pueblo, a las puertas mismas de la iglesia. Los miembros del Ayuntamiento ocupaban los balcones de la casa comunal. A una señal que el alcalde hizo con su varita blanca, un bufón, vestido de payaso, inauguró el espectáculo danzando solo a la manera de los chinos. Púsose luego a imitar al toro y entabló terrible lucha con Dominguillo», maniquí vestido de rojo, que se había puesto en medio de la plaza, y que siempre que el payaso le daba testarazos, conservábase tieso, por efecto del peso que tenía en la base.

A la salida del verdadero toro, el payaso se escapó y se permitió a todos los aficionados hacer sus pruebas, en tanto la muchedumbre de los curiosos, resguardada tras una empalizada dispuesta alrededor de la plaza, se divertía lanzando contra el pobre animal una lluvia de varas armadas en la punta con alfileres y clavos». (A esto de lo que habla Demhowski seria a lo que se referia el P. Larramendi en su Corografia de Guipúzcoa cuando escribió sobre aquella ridad muy condenable, asi en los guapos que la practican como en los cobardes que la miran de talanqueras).

Pero sigamos con la descripción del polaco. Cinco toros participaron en la corrida, pero ninguno fue muerto por la penuria en que se encontraban las arcas municipales. Los honores de la jornada fueron para un torete negro que llevaba al cuello un collar de cascabeles. Después de haber maltratado cruelmente a un joven aficionado, logró escaparse de la plaza saltando la barrera Corrió hasta Rentería a sembrar espanto entre las viejas aldeanas, a quienes la masa de la población activa, que había ido a Lezo, habia confiado la guarda del pueblos.

Demhowski fue después a Vergara, donde vio a dos chapelzuris que estaban haciendo la corte a una cocinera vieja y sorda y que al día siguiente saludaban la llegada de la aurora con un vaso de aguardiente en una mano y la inevitable jicara de chocolate en la otra”.

De la romeria multitudinaria de Lezo sólo quedan viejos relatos orales y alguna crónica como es ta del escritor polaco.


R.M. 14 septiembre 89 KOXKAS


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