sábado, 20 de agosto de 2016

Baños de mar (*)

Hace siglo y medio, poco más o menos, nacieron los baños de mar como ahora los conocemos. Eran, en un principio, un lujo de aristócratas y ricos, y las clases más modestas ni se acercaban a las playas.

El verano a orillas del mar y los baños en sus playas es una conquista moderna y se debe a la iniciativa de dos soberanas españolas : Eugenia de Montijo, que descubrió Biarritz, y la reina Isabel II, las playas de Guipúzcoa. Coincidieron estos descubrimientos con la puesta en marcha de los primeros ferrocarriles y la moda se extendió.

Con anterioridad a estas fechas, no se bañaban ni los que vivían en la costa junto a las playas. Alejandro Dumas contó cómo descubrió la que pronto fue la elegante playa de Trouville.

Cuando fue allá el genial novelista, Trouville era un nido de gaviotas y las familias que allí vivían sólo hacían pescar, que era su medio de vida. Sólo había una posada. Hasta que llegó Eugenia de Montijo a las Tullerias y cambiaron los gustos de la gente y comenzó a ir a las playas a bañarse.

Cuando años después volvió el novelista a Trouville se encontró con que ya había diez posadas y el terreno que se vendía a cien francos la fanega había pasado a cien francos el pie. José del Río Sanz, que escribió sobre el nacimiento multitudinario de los baños de mar no sabe qué hubiera dicho el novelista si hubiese conocido los tiempos del Casino y del Sha de Persia arriesgando a los embrujos de la ruleta los últimos diamantes de su corona.

Volviendo a España diré que el primer anuncio de los baños de mar apareció en la Gaceta de Madrid el primero de julio del año 1847 y decía textualmente: "Baños de oleaje de Santander. Habilitados los baños de ola en la espaciosa playa del Sardinero han empezado a ser concurridos de sus naturales y de muchos forasteros.
Nada se ha omitido a efecto de que los bañistas hallen todo lo necesario que requiere esta clase de establecimientos: casetas cómodas e independientes, trajes adecuados, seguridad y comodidad en los baños, como hecho especialmente para ello".

Esto era en tiempos de Isabel II que aquí en San Sebastián se bañaba entrando en el agua acompañada de la bañera María Arratibel, y luego en los de la reina María Cristina y Alfonso XIII, y las playas iban conociendo cada año más afluencia de gente.

Fueron veraneos de gran tono los de aquellos años, "con regatas y partidos de polo, en que contendían nombres con derecho a mención en las páginas exigentes del almanaque Gotha. Miramar y la Magdalena eran el punto de cita de príncipes, de cortes que ya no existen".

La gente sigue viniendo a las olas y a la brisa marina.......

(KOXKAS.- DV.- R.M. 6/06/1999)


31 de Agosto de 1813 (*)

Triste aquella fecha, cuyo recuerdo llena de espanto. Se ha escrito mucho y se seguirá escribiendo sobre aquel 31 de agosto de 1813. Un testigo que vivió aquellas horas, dejó escrito esto:
"Una soldadesca desenfrenada atropella a los habitantes de es noble ciudad, sin detenerse ante la avanzada edad de los que imploran, ni ante la virtud de las que huyen; el saqueo y el incendio cual ennegrecido sudario, cubre la ciudad al mediodía del 31 de agosto de 1813, en que empezó el asalto, contándose más tarde en las estrechas calles, quinientos muertos y en los provisionales hospitales, mil quinientos heridos, de parte de los anglo-lusitanos. Más de nueve décimas partes de la población quedó convertida en cenizas, , perdidas todas las fortunas, sacrificadas todas las inocentes criaturas, saturada de sangre y oprobio, aquella soldadesca se entrega al saqueo, llevando caballerías cargadas de objetos a los buques surtos en Pasajes.
No hay frases posibles para consignar aquel desastre, ni pluma que describa aquel horrendo crimen"
De aquel montón de ruinas, salió la reacción. Fue en Zubieta donde reunidos un grupo de supervivientes de la tragedia, acuerdan levantar la ciudad, para que volviera a ser lo que fue. De aquellas actas de Zubieta tomo este párrafo:
"Convino la reunión en que instando la magnanimidad de sus antepasados, sin abatirse por la espantosa calamidad presente se debían poner todos los medios imaginables para la más pronta repoblación de la ciudad; y considerando que el medio más eficaz de que no se disperse y emigre a otras provincias la parte del vecindario que se ha salvado de la furia de los anglolusitanos y de conservar siquiera los templos y algunas casas, atraer a los habitantes, reedificar y conseguir del gobierno algunos auxilios; es la creación de un Ayuntamiento que reúna la voz, representación y derechos de todos los vecinos y llene el nombre de la ciudad de San Sebastián, para que suene su existencia política, ya que ha desaparecido la física, por su quema total, resolvió de común conformidad, y ante todas las cosas escribir un propio a la Diputación que reside en Tolosa, la carta que firmaron todos los que componen el congreso".
El primer paso estaba dado en Zubieta. Luego vinieron los siguientes y de las cenizas que dejó el asalto y quema de la ciudad, nació otra nueva encerrada también en sus murallas pero que pronto las derribó para poder mostrar al mundo que los donostiarras no se consideraban vencidos por una soldadesca desalmada.

KOXKAS - R.M. - DV - 30 AGOSTO 1998 

Florentino Rojo (*)

AQUEL mozo más bien bajo y algo rechoncho dio el salto que muchos jóvenes de su época se vieron obligados a dar. De su pueblo natal, Velilla del Duero en Valladolid, perdido entre las tierras mesetarias y en los páramos en los que trincaban las liebres y pateaban los cazadores cuando se levantaba la veda, marchó a Cuba en aquellos últimos años de nuestro imperio colonial, cuando ardía la guerra en la perla antillana y en las lejanas islas del Pacífico.

Al volver a España terminada la guerra, vino a San Sebastián y comenzó a trabajar como camarero en el Café Oteiza. Se llamaba Florentino Rojo y estaba llamado a convertirse en el magnate de los cafés donostiarras. Pronto sería el encargado del café, despertándose en él dotes de iniciativa y de organización.

Pocos años después era propietario de un café y luego de otro siendo en un momento determinado de cuatro: el Café del Norte y el de la Marina en el Boulevard, y el del Rhin y el Royalty en la Avenida de la Libertad.

Supo aprovechar la edad de oro de los cafés, cuando la guerra europea, 1914-18, volcó sobre San Sebastián "aquella fauna heteróclita y hasta multitudinaria de refugiados y huidos de todos los pueblos beligerantes, entre quienes bullían o se agrupaban ex ministros, espías, contraespías, desertores, revolucionarios, vividores y gentes que sólo aspiraban a vivir, artistas, patriotas y apátridas, diplomáticos, hampones de alto y bajo copete, jugadores, mujeres equívocas y bellas...", según escribía años después un cronista de la época.

En aquellos años, no sólo se tomaban aperitivos y cafés en aquellos establecimientos que daban cobijo a tertulias interminables entre los parroquianos y a viajantes que sobre las mesas de mármol hacían sus cuentas, sino que se oía música, se veía cine y se podían leer los periódicos de aquí, los de madrid y del extranjero. Y entre la gente cómodamente sentada circulaban los "echadores" repartiendo por las mesas leche y humeante café.

Florentino Rojo impuso su personalidad a sus cafés. Aunque nacido en otras tierras, era un donostiarra más que paseaba con su sombrero de paja en cuanto apretaba el sol como adelantándose a la temporada veraniega.

Lo que fue Arana para los espectáculos taurinos en los veranos de nuestra ciudad, lo fue Florentino Rojo para los cafés donostiarras.

Fue trayendo de su pueblo a familiares que trabajaron con él o se independizaron abriendo otros cafés, como los recordados café Madrid y café Raga en la Avenida.

Murió Florentino Rojo en Madrid el 14 de junio de 1952.

(KOXKAS - R.M. - DV. VIERNES 11 de Junio de 1999)

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