Traída de aguas
Ante el crecimiento de la población resultaban insuficientes las traídas de aguas que se habían llevado a cabo en 1885 procedentes de Choritoquieta, que habían aumentado notablemente el caudal que hasta entonces llegaba de Ulía, por lo que era preciso la ampliación. Se hicieron los estudios pertinentes por el arquitecto señor Barrio y el Ayuntamiento aprobó llevándose a cabo la inauguración de las obras en Ventas de Astigarraga el 10 de setiembre de 1896. Las aguas del Añarbe llegarían en breve a San Sebastián, con lo que desaparecerían por unos cuantos años las escaseces que se dejaban sentir, sobre todo en los meses del verano.
El simbólico acto de la inauguración de las obras tuvo lugar en un paraje encantador, en las inmediaciones de Choritoquieta y de la llamada república de Landarbaso, un minúsculo núcleo urbano compuesto de unas pocas casas cuyos vecinos vivían en completa independencia, sin ayuntamiento, sin leyes, sin contribuciones...
Cerca del lugar donde tuvo lugar la inauguración se había levantado un arco de follaje en uno de cuyos frentes se leía: «Viva Alfonso XIII» y en el otro: «S. M. la Reina y Altezas Reales». En una explanada se había construido por don José Goicoa un pabellón octogonal adornado con banderolas, flores de lis y alabardas, y cerca había un trono y un altar. Frente a aquel había una pirámide sobre una base cuadrangular, en uno de cuyos netos se había esculpido esta inscripción: «S. M. la Reina inauguró las obras de la traída de aguas del Añarbe. 10 de septiembre del 1896». Igual inscripción, pero en euskera, se leía en el otro neto de la pirámide.
En landós arrastrados por cuatro mulas llegó la familia real. La Reina Doña María Cristina iba con un sencillo vestido de batista blanco y ramos de heliotropo; el Rey Alfonso XIII vestía uniforme de alumno de Infantería y las infantas María de las Mercedes y María Teresa, vestidos de seda blancos con ramos. Acompañaban a la real familia la condesa de Sástago, duquesa de Medina Sidonia y Bailén, duques de Sotomayor y Medina Sidonia, ministro de Gracia y Justicia conde de Tejada de Valdosera, etc. Estaban las autoridades de Guipúzcoa y los alcaldes de San Sebastián, Astigarraga,Rentería y Hernani y los concejales donostiarras.
Una cuadrilla de cuarenta hombres, todos buenos mozos, formados de dos en dos cerro arriba de Choritoquieta, pico en mano, en la línea que iba a levar la conducción, aguardaban sólo el primer golpe de la Reina para emprender ellos la obra de talar sembrados y abrir brecha en la tierra.
Tras unas palabras del alcalde de San Sebastián don Joaquín Lizasoain y mientras la Banda Municipal tocaba el entreacto de «Rosamunda» de Schubert, el arzipreste reverendo Urízar bendijo las obras y terminado el acto religioso se acercaron a la zanja los reyes e infantes y el alcalde entregó a Doña María Cristina un pico de acero con incrustaciones de oro, trabajo de Eibar, con el que dio un golpe separando con una azada un poco de tierra, operación que repitieron el Rey y las infantas. Los obreros comenzaron a cavar acompasadamente y la fuentecilla abrió su abanico de agua. El notario señor Orendain leyó el acta que firmaron las reales personas con unas plumas de concha con los puntos de oro. Y con un concierto que dio la Banda, terminó el acto.
R.M.- KOXKAS-10-9-86
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