El órgano de la parroquia de Santa María fue adquirido el año 1862, construido por la casa A. Cavallecol, de París. Lo costeó el Ayuntamiento donostiarra y costó diez y seis mil duros.
Tiene tres teclados de octava tendida para las manos y un teclado de pisas de 27 notas para los pies. El teclado mayor tiene los siguientes registros : flautado, veintiséis, violón, trece, flauta, trece, violón, trece, flauta armónica, viola, de gambas; octavas y tapadillo.
Además de estos ocho registros de fondo tiene los registros de combinación de trompeta magna; trompeta real; clarín;docena; quincana; compuesta-diecinueve y corneta.
El segundo teclado tiene como registros de fondos: trece flautado; trece violón; unda maris; salcional; flauta octaviana y viola; y como registros de combinación : la trompeta real; el clarinete; el clarín; la docena; la quincana y el piccolo.
El tercer teclado llamado de expresión, tiene como registro de fondo : la voz humana; el violoncello; la voz celeste; la viola de amor; la flauta armónica y la voz angelical. Y como registro de combinación : la trompeta; los bajos; el oboe; el clarín y la flauta octaviana.
El teclado de pisas tiene como de fondo : cincuenta y dos violón, flauta do mayor y trece flautado , y como de combinación : bombardas ; trece-trompeta y clarín.
Además tiene catorce pedales de combinación ; el primero para poner en movimiento la maquinaria neumática ; el segundo para sacar a la vez todos los registros de combinación del teclado mayor; el tercero para sacar a la vez todos los registros de combinación del segundo teclado ; el cuarto para sacar los registros de combinación del teclado de expresión ; el quinto para sacar los registros de combinación del teclado de pisas ; el sexto para unir el primer teclado del segundo ; el séptimo para unir el de expresión al primer teclado ; el octavo para atar las pisas al primer teclado ; el nueve para atar las pisas al segundo teclado ; el diez para atar las pisas de expresión , el once para unir octavas ; el doce para fuertes y pianos ; el trece para vibraciones y el catorce para imitar tempestades, etc., etcétera.
Muy pocos de mis lectores habrán comprendido toda esa descripción que he hecho en esta columna, yo desde luego no. Pero se darán cuenta del magnífico órgano que tenemos en Santa María, uno de los mejores, tel vez el mejor que hay en España.
Vistos estos datos que publicaba Mendiz Mendi en La Voz de Guipúzcoa en 1902, se los mostré a un organista y me aconsejó que los publicara pues interesarían a una minoría, de músicos de profesión.
(R.M. - KOXKAS .- DV. 17/03/2000)
martes, 19 de mayo de 2015
EL GENERAL GARRO
La familia Garro era una de las más ilustres de Guipúzcoa en el siglo XVII y uno de sus miembros José de Garro, destacó en el ejercicio de las armas en las lejanas tierras de América. La familia era vecina de los municipios de Guipúzcoa de Salinas-Gatzaga y de Mondragón y en este último pueblo nació hacia 1640 la figura que nos ocupa. En su juventud peleó José de Garro en las campañas de Cataluña y Portugal, solicitando después un destino en Indias, obteniendo el gobierno de Buenos Aires.
El gobernador de Río de Janeiro, entonces colonia portuguesa, general Lobo, estableció cerca de Buenos Aires la colonia del Sacramento. Era aquél un territorio despoblado, pero que siempre había pertenecido a España, ante tal agresión, el general Garro pidió instrucciones al virrey del Perú, recibiendo la orden "de arrojar inmediatamente a los portugueses del establecimiento del que acababan de posesionarse".
Reunió Garro a las pocas fuerzas que tenía a sus órdenes y unos tres mil indígenas y presentándose ante los portugueses les tomó por asalto la madrugada del 7 de agosto de 1680, haciendo prisioneros a sus jefes. Ante la brillante acción militar, no faltaron las intrigas producto de las envidias, y el general fue trasladado a Chile, donde fue recibido con el mayor entusiasmo.
Cuenta el historiador Cordova que Garro para acallar murmuraciones "hizo pasear por las calles de Santiago cinco mil pesos que tenía para que viese Chile que no venía ni a pedir ni a quitar". Pronto se granjeó las simpatías de la gente. El cronista dice que con objeto de mejorar la situación de los naturales del país, celebró un congreso con las tribus principales y quedaron los indios tan satisfechos de la equidad del gobernador, que hasta el día de hoy (sesenta años después) les he oído renovar su memoria y gratitud, trasmitida de padres a hijos". Regresó a la Península en 1693, guardándole aquel lejano país "todas las deferencias a que le habían hecho acreedor su rectitud, su honradez y la respetuosa estimación que con su caballerosidad había sabido conquistarse".
Al llegar a España fue destinado a la comandancia de Gibraltar y el 5 de abril de 1702 Felipe V le nombra gobernador y capitán general de Guipúzcoa, donde murió. En su testamento hablaba de su mayorazgo prohibiendo la enajenación del palacio y solar de Garro, en Salinas "para que se conserve su memoria con el lustre correspondiente a mi antigua y notoria calidad y nobleza". La casa-palacio era una construcción del siglo XVI, que ostentaba un escudo de armas de estirpe hidalga, y estaba en Gatzaga, frente a la iglesia.
(R.M. - KOXKAS - DV. 16/03/2000)
El gobernador de Río de Janeiro, entonces colonia portuguesa, general Lobo, estableció cerca de Buenos Aires la colonia del Sacramento. Era aquél un territorio despoblado, pero que siempre había pertenecido a España, ante tal agresión, el general Garro pidió instrucciones al virrey del Perú, recibiendo la orden "de arrojar inmediatamente a los portugueses del establecimiento del que acababan de posesionarse".
Reunió Garro a las pocas fuerzas que tenía a sus órdenes y unos tres mil indígenas y presentándose ante los portugueses les tomó por asalto la madrugada del 7 de agosto de 1680, haciendo prisioneros a sus jefes. Ante la brillante acción militar, no faltaron las intrigas producto de las envidias, y el general fue trasladado a Chile, donde fue recibido con el mayor entusiasmo.
Cuenta el historiador Cordova que Garro para acallar murmuraciones "hizo pasear por las calles de Santiago cinco mil pesos que tenía para que viese Chile que no venía ni a pedir ni a quitar". Pronto se granjeó las simpatías de la gente. El cronista dice que con objeto de mejorar la situación de los naturales del país, celebró un congreso con las tribus principales y quedaron los indios tan satisfechos de la equidad del gobernador, que hasta el día de hoy (sesenta años después) les he oído renovar su memoria y gratitud, trasmitida de padres a hijos". Regresó a la Península en 1693, guardándole aquel lejano país "todas las deferencias a que le habían hecho acreedor su rectitud, su honradez y la respetuosa estimación que con su caballerosidad había sabido conquistarse".
PALACIO DE GARRO (LEINTZ-GATZAGA) |
Al llegar a España fue destinado a la comandancia de Gibraltar y el 5 de abril de 1702 Felipe V le nombra gobernador y capitán general de Guipúzcoa, donde murió. En su testamento hablaba de su mayorazgo prohibiendo la enajenación del palacio y solar de Garro, en Salinas "para que se conserve su memoria con el lustre correspondiente a mi antigua y notoria calidad y nobleza". La casa-palacio era una construcción del siglo XVI, que ostentaba un escudo de armas de estirpe hidalga, y estaba en Gatzaga, frente a la iglesia.
(R.M. - KOXKAS - DV. 16/03/2000)
CRÓNICA MARÍTIMA
La vida en el mar, la actividad de nuestros pescadores, la pesca obtenida cada día por nuestros arrantzales interesaba a la gente que vivía por aquí hace casi un siglo. Y los periódicos dedicaban todos los días un espacio de sus páginas para contar las novedades que sucedían en la costa. Voy a reproducir lo que publicaba La Voz de Guipúzcoa el día 17 de julio de 1903.
Poco movimiento se notaba en el muelle. Un vapor que descargaba carbón; una balandra arrimada a continuación del muelle derruido; cuatro o cinco "muquizus" que surcaban las aguas de la dársena en un bote con peligro de hacerlo zozobrar por el movimiento que la imprimían haciendo travesuras dentro de él; dos barcos pesqueros, obreros que picaban sus cascos de hierro, produciendo un ¡tan, tan! de caldero viejo golpeando; un balandro de regatas, limpio, pintado de blanco con las velas recogidas; la superficie de las aguas negras, reflejando los negros nubarrones que durante el día se cernían en la atmósfera: he aquí lo que había entre muelles el día de ayer.
Salieron a pescar lo mismo los vapores de rastra que las lanchas a vapor. Estas trajeron 40 millares de sardinas que se cotizaron a 40 pesetas el millar. No extraña este precio: debe tenerse en cuenta la escasez de la pesca de esta especie y además, por la afluencia de forasteros, que hace todo comestible mayor precio que el de antes. Los vapores de rastra trajeron cerca de dos mil merluzas distribuidas en la forma siguiente: los de Mercader 800, los de Aristeguieta 500 y 600 los de Otermin.
Desembarcaron también las embarcaciones pequeñas atún, aunque en escasa cantidad, y algo de langosta.
En la Pescadería ingresaron 350 kilogramos de merluza que se vendieron de una a 1,80 pesetas el kilogramo; la langosta hizo de 2,60 a 3,60 y unas piezas de salmón y lubina se vendieron a 7,50 y 6 pesetas, respectivamente.
Seguía el periódico diciendo que aquel día se esperaba en el puerto el vapor Solis procedente de Amberes, que había hecho antes escala en Pasajes. Traía carga general y fondearía en la bahía de la Concha, donde haría el alijo de las mercancias consignadas a San Sebastián. Terminaba el periódico su crónica marítima diciendo que las amenazas que habían hecho algunos armadores de abanderar los barcos con que fuesen a aumentar sus flotas, registrándoles en matrículas extranjeras si el Gobierno español no rebajaba las ominosas tarifas que tenían establecidas, se iban cumpliendo. A Bilbao habían llegado con insignias del Uruguay los vapores Uriarte num 4, Otoyo y Masota adquiridos por armadores bilbainos.
(R.M. - KOXKAS.-DV. 16/07/2000)
Poco movimiento se notaba en el muelle. Un vapor que descargaba carbón; una balandra arrimada a continuación del muelle derruido; cuatro o cinco "muquizus" que surcaban las aguas de la dársena en un bote con peligro de hacerlo zozobrar por el movimiento que la imprimían haciendo travesuras dentro de él; dos barcos pesqueros, obreros que picaban sus cascos de hierro, produciendo un ¡tan, tan! de caldero viejo golpeando; un balandro de regatas, limpio, pintado de blanco con las velas recogidas; la superficie de las aguas negras, reflejando los negros nubarrones que durante el día se cernían en la atmósfera: he aquí lo que había entre muelles el día de ayer.
Salieron a pescar lo mismo los vapores de rastra que las lanchas a vapor. Estas trajeron 40 millares de sardinas que se cotizaron a 40 pesetas el millar. No extraña este precio: debe tenerse en cuenta la escasez de la pesca de esta especie y además, por la afluencia de forasteros, que hace todo comestible mayor precio que el de antes. Los vapores de rastra trajeron cerca de dos mil merluzas distribuidas en la forma siguiente: los de Mercader 800, los de Aristeguieta 500 y 600 los de Otermin.
Desembarcaron también las embarcaciones pequeñas atún, aunque en escasa cantidad, y algo de langosta.
EL MUELLE HACIA 1910 (Colección STM) |
En la Pescadería ingresaron 350 kilogramos de merluza que se vendieron de una a 1,80 pesetas el kilogramo; la langosta hizo de 2,60 a 3,60 y unas piezas de salmón y lubina se vendieron a 7,50 y 6 pesetas, respectivamente.
Seguía el periódico diciendo que aquel día se esperaba en el puerto el vapor Solis procedente de Amberes, que había hecho antes escala en Pasajes. Traía carga general y fondearía en la bahía de la Concha, donde haría el alijo de las mercancias consignadas a San Sebastián. Terminaba el periódico su crónica marítima diciendo que las amenazas que habían hecho algunos armadores de abanderar los barcos con que fuesen a aumentar sus flotas, registrándoles en matrículas extranjeras si el Gobierno español no rebajaba las ominosas tarifas que tenían establecidas, se iban cumpliendo. A Bilbao habían llegado con insignias del Uruguay los vapores Uriarte num 4, Otoyo y Masota adquiridos por armadores bilbainos.
(R.M. - KOXKAS.-DV. 16/07/2000)
LAS GRANDES MAREAS DEL CANTÁBRICO
TODOS los años el mar Cantábrico nos regala en varias ocasiones el espectáculo único de las grandes mareas. Una de las mareas vivas que se recordaron muchos años fue la de 1898, en el día tradicional de finales de junio. Voy a seguir casi punto por punto, la crónica que escribió Angel María Castell de aquellas mareas.
Soplaba el noroeste y la mar estaba picada. Hasta el horizonte se cubrió para que la gente pudiera permanecer las horas muertas a la orilla del mar sin afrontar una insolación. El espectáculo fue grandioso. En la Concha , las casetas de baño se replegaron sobre el muro, como ejército que se dispusiese a resistir valientemente el asalto del enemigo.
Desde el pretil del paseo presenciaron el ataque infinidad de curiosos. Las olas se sucedían continuamente, precipitándose unas sobre otras, como huyendo de las que venían detrás, como si el ejército asaltador lo fuese derrotado y escapase a la desbandada.
El ataque no fue más que un intento de asalto un simulacro de perlas y plumas, como lo hay de flores. Las olas llegaban hinchadas, formando inmensa curva, abarquillándose un poco y reventaban extendiendo a los pies de las casetas un manto blanquísimo de espuma, simulando encajes recamados de perlas y lentejuelas.
En la Zurriola, las olas eran montañas andantes, capaces de inspirar ideas de paganismo a poco que se forzase la imaginación para presumir que un genio oculto y poderoso se revolvía furioso agitando sus monstruosos músculos debajo de la superficie.
Así como una bola de cristal salta pulverizada al estrellarse contra el suelo, así las montañas de agua reventaban contra el rompeolas estallando en un torrente, en una catarata, en un diluvio al revés de como se ven con frecuencia caer de las nubes.
¡Qué espectáculo! Parecían descargas de artillería ... de agua. Primero el cañonazo, el estruendo de la explosión, simultáneamente con la metralla en el aire, semejando un haz inmenso de hilos de cristal, quebrados a diez metros de altura.
La emoción por lo desconocido produce en los espectadores el calor del entusiasmo, un calor interno que se encarga de entibiar una ola traidora azotada por el aire, cayendo sobre el observador a guisa de ducha y calándole hasta los huesos.
Si la mar está picada, el curioso se pica también porque la ducha es acogida con carcajadas de los que se han librado de ella.
Así vio el citado cronista Castell aquellas mareas del año 1898.
(R.M. - KOXKAS - D.V. 3/07/2001)
Soplaba el noroeste y la mar estaba picada. Hasta el horizonte se cubrió para que la gente pudiera permanecer las horas muertas a la orilla del mar sin afrontar una insolación. El espectáculo fue grandioso. En la Concha , las casetas de baño se replegaron sobre el muro, como ejército que se dispusiese a resistir valientemente el asalto del enemigo.
Desde el pretil del paseo presenciaron el ataque infinidad de curiosos. Las olas se sucedían continuamente, precipitándose unas sobre otras, como huyendo de las que venían detrás, como si el ejército asaltador lo fuese derrotado y escapase a la desbandada.
El ataque no fue más que un intento de asalto un simulacro de perlas y plumas, como lo hay de flores. Las olas llegaban hinchadas, formando inmensa curva, abarquillándose un poco y reventaban extendiendo a los pies de las casetas un manto blanquísimo de espuma, simulando encajes recamados de perlas y lentejuelas.
En la Zurriola, las olas eran montañas andantes, capaces de inspirar ideas de paganismo a poco que se forzase la imaginación para presumir que un genio oculto y poderoso se revolvía furioso agitando sus monstruosos músculos debajo de la superficie.
Así como una bola de cristal salta pulverizada al estrellarse contra el suelo, así las montañas de agua reventaban contra el rompeolas estallando en un torrente, en una catarata, en un diluvio al revés de como se ven con frecuencia caer de las nubes.
AÑO 1934 |
¡Qué espectáculo! Parecían descargas de artillería ... de agua. Primero el cañonazo, el estruendo de la explosión, simultáneamente con la metralla en el aire, semejando un haz inmenso de hilos de cristal, quebrados a diez metros de altura.
La emoción por lo desconocido produce en los espectadores el calor del entusiasmo, un calor interno que se encarga de entibiar una ola traidora azotada por el aire, cayendo sobre el observador a guisa de ducha y calándole hasta los huesos.
Si la mar está picada, el curioso se pica también porque la ducha es acogida con carcajadas de los que se han librado de ella.
Así vio el citado cronista Castell aquellas mareas del año 1898.
(R.M. - KOXKAS - D.V. 3/07/2001)
domingo, 3 de mayo de 2015
LA BANDERA DE SAN SEBASTIÁN EN EL XVIII
A finales del siglo XVIII, según el informe de Castañeda y Augustí se llega a la conclusión e que la bandera de San Sebastián era blanca con la Cruz Roja de Borgoña y el escudo de San Sebastián en el centro.Basan su opinión en que la cruz llana de los informes de Ciadoncha y Loyarte no tienen tradición alguna en nuestro país y es inusitada en nuestras banderas.
De los ochenta y tantos pueblos guipuzcoanos a los que se pidieron antecedentes de sus banderas, ninguno la tenía con la cruz llana; en cambio son muchos y principales los que tienen en sus escudos y banderas la Cruz roja de Borgoña, tales como Fuenterrabía, Irún, Bergara, Oñati, Placencia de las Armas, Mondragón, Eibar, Elgoibar, Anzuola, Hernani, Urnieta....... entre otros. Vitoria tiene bandera blanca con la cruz roja de Borgoña y el escudo de la ciudad en medio, y así mismo el Consulado de Bilbao.
Tres banderas blancas con la Cruz roja de Borgoña tremolan en los tres mástiles del blasón de San Sebastián de 1664 lo mismo que en las "Ordenanzas" de nuestro Consulado.
Por otra parte, las distintas Reales Ordenes de Felipe V hace extensivo el uso de la bandera blanca con la Cruz roja de Borgoña a todos los cuerpos armados de la nación, sin que por parte alguna de nuestra ciudad o de nuestra provincia asome una sola bandera con la cruz llana de que hablaba el señor Ciadoncha, que se basaba para hacer su afirmación tan sólo y exclusivamente en la parte literal de un texto, a todas luces deficiente, con exclusión de las razones históricas, lógicas, tradicionales y gráficas indispensables en la materia.
El informe de los señores Castañeda y Augusti terminaba diciendo que, si bien la pura tradición aconsejaría el empleo en nuestro escudo de los dos emblemas originarios y característicos de nuestra población en los antiguos tiempos - la nave y el castillo, símbolos de nuestra vida marítima y guerra respectivamente -, no es menos cierto que el empleo en nuestro escudo de tan sólo la fragata a velas desplegadas, que lleva de vigencia tres siglos, ha creado una nueva y considerable tradición.
No se si los lectores de hoy estarán tan interesados como estaban sus padres y sus abuelos en los temas del sello, el escudo y la bandera de San Sebastián pero a mi me ha parecido de gran interés y muy ilustrativo todo cuanto se ha recogido en las Koxkas de hoy como en las de ayer, y he copiado los informes que recogían los periódicos donostiarras con gran extensión hace cincuenta y tres años.
(DV - KOXKAS - R.M. 2002)
De los ochenta y tantos pueblos guipuzcoanos a los que se pidieron antecedentes de sus banderas, ninguno la tenía con la cruz llana; en cambio son muchos y principales los que tienen en sus escudos y banderas la Cruz roja de Borgoña, tales como Fuenterrabía, Irún, Bergara, Oñati, Placencia de las Armas, Mondragón, Eibar, Elgoibar, Anzuola, Hernani, Urnieta....... entre otros. Vitoria tiene bandera blanca con la cruz roja de Borgoña y el escudo de la ciudad en medio, y así mismo el Consulado de Bilbao.
Tres banderas blancas con la Cruz roja de Borgoña tremolan en los tres mástiles del blasón de San Sebastián de 1664 lo mismo que en las "Ordenanzas" de nuestro Consulado.
Por otra parte, las distintas Reales Ordenes de Felipe V hace extensivo el uso de la bandera blanca con la Cruz roja de Borgoña a todos los cuerpos armados de la nación, sin que por parte alguna de nuestra ciudad o de nuestra provincia asome una sola bandera con la cruz llana de que hablaba el señor Ciadoncha, que se basaba para hacer su afirmación tan sólo y exclusivamente en la parte literal de un texto, a todas luces deficiente, con exclusión de las razones históricas, lógicas, tradicionales y gráficas indispensables en la materia.
El informe de los señores Castañeda y Augusti terminaba diciendo que, si bien la pura tradición aconsejaría el empleo en nuestro escudo de los dos emblemas originarios y característicos de nuestra población en los antiguos tiempos - la nave y el castillo, símbolos de nuestra vida marítima y guerra respectivamente -, no es menos cierto que el empleo en nuestro escudo de tan sólo la fragata a velas desplegadas, que lleva de vigencia tres siglos, ha creado una nueva y considerable tradición.
No se si los lectores de hoy estarán tan interesados como estaban sus padres y sus abuelos en los temas del sello, el escudo y la bandera de San Sebastián pero a mi me ha parecido de gran interés y muy ilustrativo todo cuanto se ha recogido en las Koxkas de hoy como en las de ayer, y he copiado los informes que recogían los periódicos donostiarras con gran extensión hace cincuenta y tres años.
(DV - KOXKAS - R.M. 2002)
EL SELLO DE SAN SEBASTIÁN
LOS concejales señores Castañeda y Augusti presentaron al pleno municipal de diciembre de 1949 un extenso informe sobre temas que aquellos meses eran muy discutidos en San Sebastián. Se basaba el informe en la investigación realizada por los firmantes en los archivos diocesano y municipal de Pamplona.
El informe examinaba en primer término el sello céreo medieval del Concejo de la Villa, del cual se conocían los ejemplares de la Biblioteca Nacional de París y del Archivo Municipal de Pamplona, pendientes de documentos en pergamino de finales del siglo XIII y mediados del XIV, respectivamente.
A mediados del siglo XVI aparece estampado en un documento de 1577, que se conserva en el Archivo Diocesano de Pamplona, un nuevo sello, en cuya única cara aparece exclusivamente el blasón marítimo con abandono del monumental, que representaba el sello céreo en su reverso un castillo medieval.
El blasón marítimo, por su parte ha experimentado un cambio: la nave arcaicade un solo palo a velas recogidas y con cuatro marineros a bordo, se ha convertido en una nave no menos arcaica de tres palos, también a velas recogidas, pero sin marineros. Aparecen en lo alto del campo de este nuevo sello las dos SS características y expresivas de San Sebastián, y la conocida leyenda heráldica de nuestro escudo actual, en letras romanas y texto en castellano, que ha sustituido a las leyendas latinas en letra gótica del sello céreo de la Edad Media.
Ya en 1664 aparece el emblema de la fragata a velas desplegadas, navegando viento en popa y las dos S.S. en la vela de la gaviota mayor, al frente del Libro de la Mayordomía de la parroquia de Santa María de nuestra ciudad. En lo alto de sus tres mástiles ondean sendas banderas blancas con la Cruz de Borgoña.
En 1682 el Rey de Armas don Juan de Mendoza expide su certificación del escudo de San Sebastián oficial y vigente desde entonces, uno de cuyos sucesores, don José de Rújula, reproduce en 1895 el correspondiente dibujo, que es el usual, salvo en la dirección del navío, que en 1905 acuerda el Ayuntamiento bogue rumbo a Occidente y no al revés.
El informe hace alusión a los escudos de piedra de la parroquia de Santa María en el ábside y en la fachada, y al de la fachada de la anterior Casa Consistorial de la plaza de la Constitución.
Alude al grabado que figura al frente de las "Ordenanzas" del Consulado de San Sebastián cuya fragata con las dos SS en la vela de la gavia mayor, lleva a proa y a popa sendas banderas con la cruz de Borgoña.
(DV - KOXKAS - 2002 - R.M.)
El informe examinaba en primer término el sello céreo medieval del Concejo de la Villa, del cual se conocían los ejemplares de la Biblioteca Nacional de París y del Archivo Municipal de Pamplona, pendientes de documentos en pergamino de finales del siglo XIII y mediados del XIV, respectivamente.
A mediados del siglo XVI aparece estampado en un documento de 1577, que se conserva en el Archivo Diocesano de Pamplona, un nuevo sello, en cuya única cara aparece exclusivamente el blasón marítimo con abandono del monumental, que representaba el sello céreo en su reverso un castillo medieval.
El blasón marítimo, por su parte ha experimentado un cambio: la nave arcaicade un solo palo a velas recogidas y con cuatro marineros a bordo, se ha convertido en una nave no menos arcaica de tres palos, también a velas recogidas, pero sin marineros. Aparecen en lo alto del campo de este nuevo sello las dos SS características y expresivas de San Sebastián, y la conocida leyenda heráldica de nuestro escudo actual, en letras romanas y texto en castellano, que ha sustituido a las leyendas latinas en letra gótica del sello céreo de la Edad Media.
Ya en 1664 aparece el emblema de la fragata a velas desplegadas, navegando viento en popa y las dos S.S. en la vela de la gaviota mayor, al frente del Libro de la Mayordomía de la parroquia de Santa María de nuestra ciudad. En lo alto de sus tres mástiles ondean sendas banderas blancas con la Cruz de Borgoña.
En 1682 el Rey de Armas don Juan de Mendoza expide su certificación del escudo de San Sebastián oficial y vigente desde entonces, uno de cuyos sucesores, don José de Rújula, reproduce en 1895 el correspondiente dibujo, que es el usual, salvo en la dirección del navío, que en 1905 acuerda el Ayuntamiento bogue rumbo a Occidente y no al revés.
El informe hace alusión a los escudos de piedra de la parroquia de Santa María en el ábside y en la fachada, y al de la fachada de la anterior Casa Consistorial de la plaza de la Constitución.
Alude al grabado que figura al frente de las "Ordenanzas" del Consulado de San Sebastián cuya fragata con las dos SS en la vela de la gavia mayor, lleva a proa y a popa sendas banderas con la cruz de Borgoña.
(DV - KOXKAS - 2002 - R.M.)
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