jueves, 23 de mayo de 2024

Puerta del Muelle

 Abundan mucho más los grabados y las descripciones que nos han llagado hasta nosotros de la Puerta de Tierra que de la Puerta del Muelle

La final de pelota

 La final de mano que hoy(23.05.1982) se disputan Retegui II y García Ariño ha puesto una vez más la pasión al rojo vivo. Hay apuestas y pronósticos para todos los gustos. Y una vez más este juego, que dijérase monopolizado por los vascos , centra el interés deportivo de estos días.

Tal vez sea la pelota el más antiguo de los juegos pues nada menos que Herodoto atribuye su invencion a los libios, en el siglo V antes de Cristo, y existen vasos griegos de la época de Pericles que muestran a muchachas y muchachos jugando a la pelota. Es probable que fueran las legiones romanas las que trajeran a España este juego y que de Castilla pasase al País Vasco hace cuatro siglos . Según cuenta Cervantes en "El Quijote", Altisidora dice haber visto en la puerta del infierno jugando a la pelota a unos demonios.....

El primer frontón donostiarra del que tengo noticia estaba en la parte exterior de las murallas, junto a la Puerta de Tierra, donde está ahora el centro del Boulevard. Después, la lista de frontones es bien nutrida y entre los más famosos hay que citar los dos de Atocha, el Jai-Alai, el Beti-Jai, el Moderno, el Urumea, el Gros.... hasta llegar a los actuales Balda y Anoeta (Atano III). Por todos ellos han desfilado las grandes figuras de la pelota que han entusiasmado a generaciones y generaciones de espectadores que seguían las evoluciones de los mozos que además de hacer alarde de su fuerza ponían de manifiesto agilidad, astucia y destreza.

Se podrían contraponer las figuras del pelotari y del torero, áquel realizando sus arriesgados y elegantes movimientos ante el toro y éste en un prodigio de movilidad y vista jugando a la vez con la pelota y con sus rivales, poniendo nervio unas veces y otras serenidad. Yo recuerdo al Atano III de sus mejores tiempos con su txapela, su mirada de lince y sus delicadas manos que parecían hechas de seda y cristal, genuina estampa del coloso que sabía estar en su sitio y sabía mandar la pelota donde no pudiera alcanzarla el rival.

Resulta curioso el hecho de que aun hablando los pelotaris en vascuence sean palabras castellanas las que se usan para referirse a los objetos del juego, al no existir nombres en euskera: bote, raya, tanto, frontón, remonte, sotamano, revés ... A éstas se han agregado otras traidas de lejanas tierras donde también han ido los vascos con la pelota, como cancha y tongo, importadas de la patria de Martin Fierro.

Pero la expansión del juego de la pelota es otro tema.

R.M. - Desde las koskas. DV.23.05.1982

domingo, 19 de mayo de 2024

Antes del incendio

 Antes del incendio y destrucción de la ciudad en 1813, San Sebastián tenía la siguiente población: Zona de intramuros, 588 casas en las que vivían 4.727 adultos y 761 párvulos, que hacían un total de 5.488 habitantes.

Zona rural: barrio de Santa Catalina, 9 casas con 37 adultos y 7 párvulos, 44 habitantes en total.

Barrio de Ulía, 70 casas, 310 adultos y 97 párvulos, total 407 habitantes.

Partido de Amara y Ayete, 81 casas, 394 adultos y 109 párvulos, 503 habitantes en total. 

Partido de Ancieta o Loyola, 66 casas, 361 adultos y 112 párvulos, total 473 habitantes.

Partido de Lugariz, 84 casas, 423 adultos y 142 párvulos, total 515 habitantes.

Partido de Ibaeta, 63 casas, 325 adultos y 135 párvulos, que hacen un total de 445 habitantes.

O sea que la población de San Sebastián era de 9.104 habitantes, sin contar la tropa, que vivían en 1089 casas.

Del estudio que hizo Anabitarte obtenemos éstos y otros curiosos datos, como los nombres de las calles que había intramuros, que eran las siguientes: Frente al Muelle, Nueva o del exterior del muro, Campanario, Mayor, Narrica, San Juan, Zurriola o Santa Ana, Trinidad (hoy, 31 de Agosto), San Vicente, Iñigo, Embeltrán, Puyuelo (hoy, Fermín Calbetón), Atocha o de la Higuera (hoy, plazuela de Sarriegui), Igentea, Pozo, plza Vieja (hoy, Alameda), plaza Nueva (hoy, de la Constitución) y callejuelas del Angel, Perujuanchu, Escotilla o San Jerónimo, Juan de Bilbao, Ureta (hoy, Pescadería), Esterlines y Lorencio (hoy, San Lorenzo).

En la calle de la Trinidad estaban las parroquias de San Vicente y Santa María, los conventos de San Telmo y Santa Teresa y la cárcel. La Casa Consistorial estaba donde hoy se halla la Biblioteca Municipal y en el segundo piso se hallaba el Consulado. La Ciudad tenía el uso de los 159 balcones de la plaza en día de fiestas o regocijos públicos. Hoy la plaza tiene 148 balcones.

El matadero de reses estaba en la calle de la Zurriola y en la del Puyuelo había un edificio donde se hacía la venta o repeso de la carne que se llevaba desde el matadero. En la calle de los Esterlines se hacía la venta del pescado fresco y en la del Frente al Muelle se hallaba la Lonja o Peso Real.

Había dos cuarteles, uno en Igentea llamado de San Roque y el otro del Presidio, junto a la muralla. Esta se extendía a lo largo de la calle Igentea, plaza Vieja y del Pozo y arrimadas a ella había unas casas estrechas. En la plaza Vieja estaba la fuente pública. Las calles eran tortuosas y angostas.

Intramuros había las dos citadas parroquias, cada una de las cuales tenía un párroco o Vicario, y ocho beneficiados. El cabildo de Santa María tenía preferencia en voz y asiento.

El Ayuntamiento, también llamado Regimiento Municipal, se componía al ser quemada la Ciudad de los siguientes miembros: alcaldes, Miguel Antonio de Bengoechea y Manuel de Gogorza. Regidores, José Santiago de Claessens, José María de Leizaur, José María de Olózaga, Pedro Fermín de Elizondo, José María de Eceiza y José Antonio de Párraga. Síndico, Joaquín Bernardo de Armendáriz. Secretario, José Joaquín de Arizmendi.

Pero Anabitarte nos da más datos de aquel San Sebastián, que recogeré mañana.

R.M. KOXKAS - DV. 19.05.1988

"Gil Baré"

 Resulta difícil contemplar la historia de San Sebastián del primer tercio del actual siglo (XX) sin encontrarse por doquier con un personaje al que la fantasía popular le ha llevado en alas de la leyenda olvidando su autética personalidad. Me estoy refiriendo a don Gabriel María de Laffitte, más conocido por "Gil Baré", seudónimo con el que firmaba sus trabajos periodísticos.

Muchos donostiarras de su generación sólo vieron en el al hombre ingenioso, festivo, de palabra fácil, adjetivo certero y respuesta rápida, al que le colgaban, siempre con la mejor intención, sucedidos y anécdota. Igual que a nivel nacional era "Rámper" el padre de todos los chistes que entonces circulaban, era "Gil Baré" el autor de los que se contaban en el Club Cantábrico, en el Easonense, en las sociedades populares o en las tabernas de la Parte Vieja.

Esta era una faceta de su personalidad. La otra era la elegancia. Era "Gil Baré" un hombre que vestía según la última moda de Oxford Street, que antes que llegara a España ya la lucía en los cotillones del Gran Casino o en los salones del Cristina o del Náutico. Cuando los donostiarras elegantes renovaban sus rops para ponerlas al día con la moda británica, ya "Gil Baré" la abandonada, cansado de ser el Brummel de la ciudad, el Petronio moderno a cuyo paso la Avenida o el Boulevard eran reminiscencia de la Vía Appia romana.

Pero "Gil Baré" era mucho más que eso. Porque fue antes y sobre todo un abogado que se especializó en Derecho Penal interviniendo en causas famosas, como la que se originó en torno al estafador Stawinski o la herencia de la bailarina Gaby Deslys, famosa en los escenarios franceses, que actuó en el Casino de San Sebastián junto al bailarín Harry Pilcer.

A la vez que abogado, fue Laffitte periodista. No tenía veinte años cuando aparece su firma en el periódico "La Unión Vascongada". Fue el cronista de toda una época de San Sebastián que termina con la llegada de la República. En la colección de "El Pueblo Vasco" puede seguirse la vida donostiarra, la social, la cultural, la municipal y la política leyendo las crónicas que firma "Gil Baré", alguna de las cuales recogió en sus libros "Andanza y correrías" y "Cosas de Antaño". Aquel San Sebastián elegante y alegre, señorial y despreocupado, que va de Sarasate a la Argentinita, de los conciertos de Gayarre a los bailes de los ballets rusos, del premio del medio millón a la reunión de la Sociedad de Naciones, lo retrató su pluma.

Alcalde en 1917, en momentos difíciles, de agitación social, su actuación fue memorable y gracias a ella la famosa huelga promovida por Largo Caballero y Besteiro no tuvo eco en San Sebastián y pudo celebrarse normalmente la Semana Grande.

Este era el auténtico "Gil Baré". El otro, el de la anécdota, el del viaje a París como maharajá acompañado de don Feleipe Azcona, y del marqués de Tenorio o el de los versos a Ponsol el día de su boda, son telones que ocultan su verdadera personalidad. Fue gala y lujo de la ciudad. Lo pueden atestiguar los viejos donostiarras que le conocieron y por ello le admiraron .....

R.M.-KOXKAS. DV. 19.05.1984

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