Resulta difícil contemplar la historia de San Sebastián del primer tercio del actual siglo (XX) sin encontrarse por doquier con un personaje al que la fantasía popular le ha llevado en alas de la leyenda olvidando su autética personalidad. Me estoy refiriendo a don Gabriel María de Laffitte, más conocido por "Gil Baré", seudónimo con el que firmaba sus trabajos periodísticos.
Muchos donostiarras de su generación sólo vieron en el al hombre ingenioso, festivo, de palabra fácil, adjetivo certero y respuesta rápida, al que le colgaban, siempre con la mejor intención, sucedidos y anécdota. Igual que a nivel nacional era "Rámper" el padre de todos los chistes que entonces circulaban, era "Gil Baré" el autor de los que se contaban en el Club Cantábrico, en el Easonense, en las sociedades populares o en las tabernas de la Parte Vieja.
Esta era una faceta de su personalidad. La otra era la elegancia. Era "Gil Baré" un hombre que vestía según la última moda de Oxford Street, que antes que llegara a España ya la lucía en los cotillones del Gran Casino o en los salones del Cristina o del Náutico. Cuando los donostiarras elegantes renovaban sus rops para ponerlas al día con la moda británica, ya "Gil Baré" la abandonada, cansado de ser el Brummel de la ciudad, el Petronio moderno a cuyo paso la Avenida o el Boulevard eran reminiscencia de la Vía Appia romana.
Pero "Gil Baré" era mucho más que eso. Porque fue antes y sobre todo un abogado que se especializó en Derecho Penal interviniendo en causas famosas, como la que se originó en torno al estafador Stawinski o la herencia de la bailarina Gaby Deslys, famosa en los escenarios franceses, que actuó en el Casino de San Sebastián junto al bailarín Harry Pilcer.
A la vez que abogado, fue Laffitte periodista. No tenía veinte años cuando aparece su firma en el periódico "La Unión Vascongada". Fue el cronista de toda una época de San Sebastián que termina con la llegada de la República. En la colección de "El Pueblo Vasco" puede seguirse la vida donostiarra, la social, la cultural, la municipal y la política leyendo las crónicas que firma "Gil Baré", alguna de las cuales recogió en sus libros "Andanza y correrías" y "Cosas de Antaño". Aquel San Sebastián elegante y alegre, señorial y despreocupado, que va de Sarasate a la Argentinita, de los conciertos de Gayarre a los bailes de los ballets rusos, del premio del medio millón a la reunión de la Sociedad de Naciones, lo retrató su pluma.
Alcalde en 1917, en momentos difíciles, de agitación social, su actuación fue memorable y gracias a ella la famosa huelga promovida por Largo Caballero y Besteiro no tuvo eco en San Sebastián y pudo celebrarse normalmente la Semana Grande.
Este era el auténtico "Gil Baré". El otro, el de la anécdota, el del viaje a París como maharajá acompañado de don Feleipe Azcona, y del marqués de Tenorio o el de los versos a Ponsol el día de su boda, son telones que ocultan su verdadera personalidad. Fue gala y lujo de la ciudad. Lo pueden atestiguar los viejos donostiarras que le conocieron y por ello le admiraron .....
R.M.-KOXKAS. DV. 19.05.1984
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