martes, 24 de noviembre de 2015

EL EDIFICIO DEL GUIPUZCOANO

La sociedad Banco Guipuzcoano, nació el 9 de Octubre de 1899 y su primera y provisional sede estuvo en el piso principal del número 4 de la calle de Legazpi. Adquirido al empresario Eduardo Dupouy el pabellón de la esquina de las calles Fuenterrabía, San Marcial y Avenida, se realizaron obras para acomodarlo al destino del Banco. Este edificio es el que actualmente sigue ocupando. Las obras fueron dirigidas por los arquitectos don Ramón Cortazar y don Luis Elizalde, y en estos casi cien años desde su inauguración, en julio de 1902, muy poco ha variado el Banco, prueba de que acertaron en sus obras. Merece la pena realizar una breve descripción de la casa tal como estaba cuando fue inaugurada.

Daba acceso al edificio una amplia escalera de piedra sobre el atrio circular, también de piedra labrada, cuyo techo sostenía la terraza que el edificio tenía en su piso principal. En el vestíbulo, en sus muros y techos, había una decoración combinada de piedra y madera con un severo friso de mármoles de color, que labró la casa Francisco López, de Zaragoza.

Al entrar en el hall o salón , se presentaba un hermosísimo golpe de vista. El espacio que se destinaba al público estaba separado del que ocupaban los escritorios del Banco por un gran mostrador de roble que descansaba sobre un zócalo de mármol rojo, hallándose la mesa de mostrador sostenida por palomillas de bronce. Sobre los tres lados del mostrador había una guarnición de bronce en la cual encajaban los varios ventanillos por los que se comunicaba el público con los distintos negociados.

Descansaban sobre el mostrador sosteniendo el techo que estaba a gran altura, diez esbeltas columnas de hormigón armado, imitación de mármol rojo y cuyos capiteles, bases y parte tercia del fuste, eran de bronce. En todos sus detalles como en su conjunto, era de un gusto exquisito esa decoración del mostrador y de las columnas que sobre él descansaban.

El hall o patio estaba iluminado por luz cenital que la proporcionaba una vidriera de colores,obra del famoso Jules Maumejean, de Biarritz, y tenía, además, luz y ventilación a través de quince grandes ventanas defendidas por artísticas rejas de hierro forjado. En esas ventanas había ingenioso mecanismo para abrir y cerrar sus persianas, que eran una novedad en San Sebastián.

Sobre la planta baja, había una balaustrada de bronce. Nada más lujoso, artístico y de mejor gusto que los paneles de la balaustrada. Las escaleras del edificio eran de mármol blanco.

Algo, no mucho ha cambiado el edifico de hace un siglo con el de hoy, pero ofrece una imagen clásica.

(KOXKAS - R.M. - 2002)



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