DONDE se halla en Guipúzcoa la casa solar Goiti? Los que han estudiado la figura del capitán Martín de Goiti y sus acciones bélicas, no la han encontrado : ni escudo, ni solar que dijeran "de aquí es el capitán". El Conde de Toreno publicó un libro, que dedicó a Alfonso XII, en el que da noticia del capitán Martín de Goiti, pero no dice donde nació. Fue en Guipúzcoa ¿pero dónde? Se ignora.
Floreció el capitán en los días de la conquista y colonización de Filipinas. Acompañó a López de Legazpi, embarcándose en la armada que zarpó del puerto de Navidad en noviembre de 1564, llegando al archipiélago en febrero del año siguiente. "Desde que los expedicionarios aportaron a la isla de Cebú, empezó a darse a conocer por el éxito de las empresas en las que tomaba parte" dice el historiador Francisco López Alén. Redujo a la dependencia de España varios pueblos de las islas que se resistían, y cuando a mediados de 1567 obtuvo el cargo de maestre de campo, le comisionó Legazpi para que limpiase aquellas costas de los piratas de Borneo y Zoló, escarmentándolos con dureza, apresándoles todas sus embarcaciones y ricos despejos, que en 1569 llevó a Cebú y repartió entre sus soldados.
Después de este triunfo, se le encargó la entrada de Luzón, que llevó también a cabo con buena suerte, apoderándose de Manila; sujetó a los pampangos, sometió más tarde a los pueblos de Zambales, Pangasinan e Ilocos, en donde descubrió varias minas de mucho oro que explotaban los indígenas.
Colonizó extensos territorios para Castilla, afianzó el poder español en el Archipiélago, mandó a la Península grandes cantidades de oro y todos los servicios prestados por el capitán Goiti fueron realizados a impulsos del gran entusiasmo y amor que sintió hacia su patria España.
Su hoja de servicios fue brillante pero tuvo un final trágico. Lo cuenta el mismo historiador : "En Manila, estando durmiendo en su lecho el valeroso guipuzcoano, fue sorprendido por la gente del corsario Li-man-hon; pegaron fuego los piratas a la casa de Goiti, y al saltar éste por una ventana huyendo de las llamas, fue acribillado a cuchilladas por aquellos bandidos, en la madrugada del 30 de noviembre de 1574".
No hay ningún recuerdo de aquel guipuzcoano, valiente soldado en los días de la conquista de las Filipinas. Al no saberse donde nació, no hay ni una lápida que evoque, junto a su nombre, las hazañas que llevó a cabo en el lejano Pacífico. Como dice Francisco López Alén, "que sepamos, ni solar, ni ruinas de casa, ni escudo carcomido nos dicen : aquí nació el capitán Goiti".
(DV- KOXKAS - R.M.)
jueves, 30 de abril de 2015
miércoles, 29 de abril de 2015
FRANCESES EN SAN SEBASTIÁN
ES evidente la influencia que Francia ha ejercido sobre San Sebastián y sus gentes. La presencia gascona en nuestra capital y pueblos próximos fue importante, quedando grabada en las cosas y costumbres de nuestro pueblo. El monte Urgull, que podría presentarse como símbolo para San Sebastián, ostenta nombre gascón, como gascones son los nombres de Mompás, Molinao, Iguer, Port de Plat, etcétera. Y si de la geografía pasamos a las personas, abundan entre nosotros los apellidos de linajes gascones avecindados y arraigados desde los tiempos de Alfonso VIII, entre los que podríamos citar los de Ayet (el moderno Ayete), Miramont (hoy Miramón), Puyo, Morlans, Belloc, Garro, Arzac, Estor, Trencuer, Gascue, Gamón, etcétera.
Bastantes de los gascones que vivieron en pasados siglos con nosotros, se interesaron por la administración municipal y su funcionamiento, llegando a desempeñar cargos importantes en ella. Los historiadores de la época citan a quienes llegaron a ocupar el puesto más importante de nuestra vida oficial, parigual al de alcalde, el de Preboste. Por merced real fue otorgado por primera vez a un gascón, y a título hereditario : fue Urdincho de Mans el Bueno, a mediados del siglo XIII. Posteriormente fueron los Engómez quienes ocuparon el cargo. Las guerras con Francia han tenido importancia grande para San Sebastián. La ciudad fue ocupada de 1719 a 1721 por las tropas del Duque de Berwick, y de 1793 a 1828 las tropas francesas la ocuparon durante quince años, primero por los Convencionales, después por los Imperiales y luego por los soldados de Angulema.
Tras estas contiendas y ya en días de paz, aquí vinieron muchos franceses, comerciantes e industriales, que trabajaban como los donostiarras. Como escribió un cronista local refiriéndose a estas venidas de franceses que querían trabajar y crear industrias o comercios, "todos ellos, en su esfera, contribuyeron al auge de nuestra ciudad, y gran número de ellos se aclimataron a su patria de adopción, arraigaron en ella, en ella emparentaron y, finalmente, donostiarras son sus hijos y descendientes de todos nosotros conocidos". Otro aspecto importante, el de la venida de religiosos franceses que huían de las leyes laicas de los Comtes y los Waldeck-Rouseau, abriendo colegios a los que acudían a estudiar los niños donostiarras. SAquí vinieron algunos emigrados políticos, viviendo hasta que pudieron regresar a su país, como los Malvy, los Marcel Habert, etcétera. Por último no olvidemos a los turistas que venían a pasar unos días a San Sebastián
(R.M. - DV)
Bastantes de los gascones que vivieron en pasados siglos con nosotros, se interesaron por la administración municipal y su funcionamiento, llegando a desempeñar cargos importantes en ella. Los historiadores de la época citan a quienes llegaron a ocupar el puesto más importante de nuestra vida oficial, parigual al de alcalde, el de Preboste. Por merced real fue otorgado por primera vez a un gascón, y a título hereditario : fue Urdincho de Mans el Bueno, a mediados del siglo XIII. Posteriormente fueron los Engómez quienes ocuparon el cargo. Las guerras con Francia han tenido importancia grande para San Sebastián. La ciudad fue ocupada de 1719 a 1721 por las tropas del Duque de Berwick, y de 1793 a 1828 las tropas francesas la ocuparon durante quince años, primero por los Convencionales, después por los Imperiales y luego por los soldados de Angulema.
Tras estas contiendas y ya en días de paz, aquí vinieron muchos franceses, comerciantes e industriales, que trabajaban como los donostiarras. Como escribió un cronista local refiriéndose a estas venidas de franceses que querían trabajar y crear industrias o comercios, "todos ellos, en su esfera, contribuyeron al auge de nuestra ciudad, y gran número de ellos se aclimataron a su patria de adopción, arraigaron en ella, en ella emparentaron y, finalmente, donostiarras son sus hijos y descendientes de todos nosotros conocidos". Otro aspecto importante, el de la venida de religiosos franceses que huían de las leyes laicas de los Comtes y los Waldeck-Rouseau, abriendo colegios a los que acudían a estudiar los niños donostiarras. SAquí vinieron algunos emigrados políticos, viviendo hasta que pudieron regresar a su país, como los Malvy, los Marcel Habert, etcétera. Por último no olvidemos a los turistas que venían a pasar unos días a San Sebastián
(R.M. - DV)
martes, 28 de abril de 2015
VIEJOS RECUERDOS
UN cronista donostiarra, Vicente Laffitte que cada semana se asomaba al periódico "El Pueblo Vasco", evocaba un día viejos recuerdos de sus años infantiles, hacia 1860. Nos hablaba de la procesión del Corpus.En Santa María se congregaba el clero de las dos parroquias unidas (Santa María y San Vicente) y todos convergían a una sola procesión, dándole mayor realce. De niño, el cronista asistía a ella con el colegio llamado de los "gallegos", de los hermanos Espina, y el campeonato lo ganaba aquel que llevase la vela mejor rizada.
Ya mayorcito, acudía a presenciarla desde un balcón de la calle Mayor, en la casa en la que entonces estaba la carpintería de Javier Olasagasti, y su moradora, doña Elena, colocaba al pie de sus balcones un lindo altar engalanado de tapices y alfombras.
Cestas de rosas se vertían sobre el palio y "los que acudíamos a casa de doña Elena éramos obsequiados con unas riquísimas fresas bañadas en crema y un jerez aromático".
Después de la procesión, la gente iba al Hornabeque (más o menos el actual Boulevard), que era el paseo de moda, donde hasta la una tocaba la música del regimiento de la guarnición. Aquel día se vestía por primera vez en la temporada el pantalón blanco y se lucía el sombrero de paja.
Este paseo del Hornabeque era un edén, según el cronista, y se hallaba situado tras la Puerta de Tierra y el puente levadizo, en el cruce de las dos avanzadas que por la derecha salían a la carretera de Madrid y por la izquierda a la de Francia. "De una a otra avanzada había grandes fosos y una fuerte empalizada que servía para resguardar las fortificaciones exteriores; y éstas, a su vez, para proteger y cubrir las murallas principales. Dentro de este recinto, que ocupaba una gran extensión, hallábase el Hornabeque, compuesto de dos medios baluartes y el hermoso paseo poblado de grandes árboles, alguno de los cuales, como el tilo y la acacia, producían aromáticos perfumes".
Si el Hornabeque cambió totalmente y pasó a mejor vida, la Parte Vieja también fue cambiando. En el barrio de la Jarana todas las transacciones se en vascuence y en vascuence se vociferaba la subasta y venta de la mercancía al por menor. Ya no se oye, escribía, la imprescindible filarmónica del pescador. Los aprendices de pescadores han cambiado el marro por el fútbol. A las traineras sin cubiertas, llamadas ataudes flotantes, le sucedieron los vaporcitos.
Todavía se ven jóvenes en Cai-arriba componiendo las redes y , de vez en cuando, amañado en una tina, con mezcla de sal y hielo, pescado para su exportación.
R.M. (DV)
Ya mayorcito, acudía a presenciarla desde un balcón de la calle Mayor, en la casa en la que entonces estaba la carpintería de Javier Olasagasti, y su moradora, doña Elena, colocaba al pie de sus balcones un lindo altar engalanado de tapices y alfombras.
Cestas de rosas se vertían sobre el palio y "los que acudíamos a casa de doña Elena éramos obsequiados con unas riquísimas fresas bañadas en crema y un jerez aromático".
Después de la procesión, la gente iba al Hornabeque (más o menos el actual Boulevard), que era el paseo de moda, donde hasta la una tocaba la música del regimiento de la guarnición. Aquel día se vestía por primera vez en la temporada el pantalón blanco y se lucía el sombrero de paja.
Este paseo del Hornabeque era un edén, según el cronista, y se hallaba situado tras la Puerta de Tierra y el puente levadizo, en el cruce de las dos avanzadas que por la derecha salían a la carretera de Madrid y por la izquierda a la de Francia. "De una a otra avanzada había grandes fosos y una fuerte empalizada que servía para resguardar las fortificaciones exteriores; y éstas, a su vez, para proteger y cubrir las murallas principales. Dentro de este recinto, que ocupaba una gran extensión, hallábase el Hornabeque, compuesto de dos medios baluartes y el hermoso paseo poblado de grandes árboles, alguno de los cuales, como el tilo y la acacia, producían aromáticos perfumes".
Si el Hornabeque cambió totalmente y pasó a mejor vida, la Parte Vieja también fue cambiando. En el barrio de la Jarana todas las transacciones se en vascuence y en vascuence se vociferaba la subasta y venta de la mercancía al por menor. Ya no se oye, escribía, la imprescindible filarmónica del pescador. Los aprendices de pescadores han cambiado el marro por el fútbol. A las traineras sin cubiertas, llamadas ataudes flotantes, le sucedieron los vaporcitos.
Todavía se ven jóvenes en Cai-arriba componiendo las redes y , de vez en cuando, amañado en una tina, con mezcla de sal y hielo, pescado para su exportación.
R.M. (DV)
lunes, 27 de abril de 2015
UN INCENDIO
MUCHOS han sido los incendios que a través de los años ha sufrido San Sebastián, quedando tras algunos de ellos medio destruido el caserío. Del registrado en la madrugada del 23 de Enero de 1738 hay cumplida información, pues un acta del Ayuntamiento da detallada cuenta del mismo.
El incendio comenzó en la casa número 4 de la Plaza Nueva (hoy Constitución) y era tan violento que inmediatamente cundió la alarma entre el vecindario. Las campanas de Santa María y San Vicente pusieron en pie a la gente. El incendio pronto llegó a los altos de la casa llevando el espanto a todas partes por el peligro de extenderse a otras calles. Se colgaron faroles en las ventanas de las casas para que los que fueran a apagar el fuego pusiesen maniobrar mejor y se eligieron a varios vecinos para que cuidasen de que los bueyerizos en barricas y tinajas y las mozas en herradas y cestas llevasen agua y arena, y de que se sacasen las grasas y aceites que había en algunas casas de la calle Juan de Bilbao.
Abriéronse las puertas de Tierra y del Muelle, hecho casi nunca visto, para que entrase la gente del barrio de San Martín, de los caseríos extramurales y de los navíos surtos en el muelle. El gobernador puso a toda la guarnición sobre las armas para que con sus hachas y picos ayudasen a los carpinteros a las demoliciones.
De pronto se suspendieron los trabajos, al bullicio sucedió un gran silencio sólo interrumpido por el ruido de las llamas y el estrépito de los materiales que se derrumbaban, y todos se postraron de rodillas. Era que aparecía la Virgen del Coro conducida en procesión a la casa concejil por el vicario de Santa María don Pedro Manuel de Echeverría.
Convertida la plaza en templo cuya bóveda era el cielo y alumbrados por las llamas de dos casas que ardían, todos de hinojos oraban ante la imagen. Poco después descargó un aguacero que mojando los tejados disminuyó el temor de que el fuego se propagase. Luego la imagen fue llevada a la iglesia de las Carmelitas. Minutos más tarde aparecía en la plaza el Santísimo Sacramento conducido por el vicario de San Vicente don Manuel Antonio de Iriarte, acompañado por los religiosos de San Telmo y del Colegio de la Compañía de Jesús.
A las seis de la mañana dos casas habían desaparecido pasto del fuego, siendo derribadas las tres inmediatas.
El Ayuntamiento distribuyó pan, vino y queso a los que trabajaron para apagar el incendio y acordó pagar el gasto de hachas, ceras, velas de sebo, barricadas, farolillos, etcétera.
R.M. - (DV- 26-01-1997)
El incendio comenzó en la casa número 4 de la Plaza Nueva (hoy Constitución) y era tan violento que inmediatamente cundió la alarma entre el vecindario. Las campanas de Santa María y San Vicente pusieron en pie a la gente. El incendio pronto llegó a los altos de la casa llevando el espanto a todas partes por el peligro de extenderse a otras calles. Se colgaron faroles en las ventanas de las casas para que los que fueran a apagar el fuego pusiesen maniobrar mejor y se eligieron a varios vecinos para que cuidasen de que los bueyerizos en barricas y tinajas y las mozas en herradas y cestas llevasen agua y arena, y de que se sacasen las grasas y aceites que había en algunas casas de la calle Juan de Bilbao.
Abriéronse las puertas de Tierra y del Muelle, hecho casi nunca visto, para que entrase la gente del barrio de San Martín, de los caseríos extramurales y de los navíos surtos en el muelle. El gobernador puso a toda la guarnición sobre las armas para que con sus hachas y picos ayudasen a los carpinteros a las demoliciones.
De pronto se suspendieron los trabajos, al bullicio sucedió un gran silencio sólo interrumpido por el ruido de las llamas y el estrépito de los materiales que se derrumbaban, y todos se postraron de rodillas. Era que aparecía la Virgen del Coro conducida en procesión a la casa concejil por el vicario de Santa María don Pedro Manuel de Echeverría.
Convertida la plaza en templo cuya bóveda era el cielo y alumbrados por las llamas de dos casas que ardían, todos de hinojos oraban ante la imagen. Poco después descargó un aguacero que mojando los tejados disminuyó el temor de que el fuego se propagase. Luego la imagen fue llevada a la iglesia de las Carmelitas. Minutos más tarde aparecía en la plaza el Santísimo Sacramento conducido por el vicario de San Vicente don Manuel Antonio de Iriarte, acompañado por los religiosos de San Telmo y del Colegio de la Compañía de Jesús.
A las seis de la mañana dos casas habían desaparecido pasto del fuego, siendo derribadas las tres inmediatas.
El Ayuntamiento distribuyó pan, vino y queso a los que trabajaron para apagar el incendio y acordó pagar el gasto de hachas, ceras, velas de sebo, barricadas, farolillos, etcétera.
R.M. - (DV- 26-01-1997)
domingo, 26 de abril de 2015
EL FUERO DE REPOBLACIÓN
ESTE año San Sebastián cumple sus ochocientos cuarenta y nueve años de edad, o mejor dicho los ocho siglos y medio de su existencia oficial y jurídica como entidad de población. No consta de un modo explícito y fehaciente, pero la mayoría de los historiadores, "a reserva del nunca imposible descubrimiento que pudiera determinarla exactamente", coinciden en fijar el 1150 la fecha simbólica del otorgamiento del Fuero de Repoblación de San Sebastián, dado por el rey don Sancho el Sabio de Navarra.
Como escribió el historiador Sebastián Iturbe "existía un San Sebastián anterior a esta fecha y no faltan documentos que hacen mención de Izurun, como el Privilegio de los Votos a San Millán, la carta de Arsio o la Donación de Leyre, pero el documento básico y fundamental, tan importante como indiscutible del establecimiento de San Sebastián como entidad municipal, es ese Fuero de Repoblación dado a nuestra villa por su rey fundador, que contiene las normas y preceptos por los que ha de regirse formal y jurídicamente en adelante, por los siglos de los siglos, y mediante el cual el burgo o poblado donostiarra adquiere una amplia jurisdicción territorial y una plena y ostensible personalidad política".
Dice el citado cronista que el Fuero de San Sebastián es uno de los más famosos en los anales de los fueros municipales de España, y particularmente del País Vasco. Es el primero y más importante de los fueros municipales concedido a una villa guipuzcoana, lo que hace de San Sebastián la villa más antigua y procer de nuestra costa y de nuestra provincia, y la única fundada en ella por un rey navarro. Sus disposiciones son testimonio explícito del carácter e importancia maritimo-comerciales de nuestra villa en tan remotos tiempos.
Si no precisamente el nacimiento físico de San Sebastián, cuya fecha, según la propia Real Academia de la Historia, es "imposible de averiguar", el Fuero de Repoblación de San Sebastián es el acta de su nacimiento político es el Registro Civil de la Historia patria.
Al cumplirse los 849 años de tan importante hecho para la historia de nuestra ciudad, como tengo pocos conocimientos en este capítulo de la historia local, me he permitido copiar parte de lo mucho e interesantísimo que escribió Sebastián Iturbe, un cronista olvidado que conocía a fondo el pasado histórico de San Sebastián y el Fuero de Repoblación, que nos concedía el territorio comprendido desde el Bidasoa hasta el Oria y desde el mar hasta Navarra, estando dentro de sus límites, Fuenterrabia, Irún, Oyarzun, Rentería, Lezo, Pasajes, Hernani, Urnieta, Andoain, Usurbil y Orio.
Como escribió el historiador Sebastián Iturbe "existía un San Sebastián anterior a esta fecha y no faltan documentos que hacen mención de Izurun, como el Privilegio de los Votos a San Millán, la carta de Arsio o la Donación de Leyre, pero el documento básico y fundamental, tan importante como indiscutible del establecimiento de San Sebastián como entidad municipal, es ese Fuero de Repoblación dado a nuestra villa por su rey fundador, que contiene las normas y preceptos por los que ha de regirse formal y jurídicamente en adelante, por los siglos de los siglos, y mediante el cual el burgo o poblado donostiarra adquiere una amplia jurisdicción territorial y una plena y ostensible personalidad política".
Dice el citado cronista que el Fuero de San Sebastián es uno de los más famosos en los anales de los fueros municipales de España, y particularmente del País Vasco. Es el primero y más importante de los fueros municipales concedido a una villa guipuzcoana, lo que hace de San Sebastián la villa más antigua y procer de nuestra costa y de nuestra provincia, y la única fundada en ella por un rey navarro. Sus disposiciones son testimonio explícito del carácter e importancia maritimo-comerciales de nuestra villa en tan remotos tiempos.
Si no precisamente el nacimiento físico de San Sebastián, cuya fecha, según la propia Real Academia de la Historia, es "imposible de averiguar", el Fuero de Repoblación de San Sebastián es el acta de su nacimiento político es el Registro Civil de la Historia patria.
Al cumplirse los 849 años de tan importante hecho para la historia de nuestra ciudad, como tengo pocos conocimientos en este capítulo de la historia local, me he permitido copiar parte de lo mucho e interesantísimo que escribió Sebastián Iturbe, un cronista olvidado que conocía a fondo el pasado histórico de San Sebastián y el Fuero de Repoblación, que nos concedía el territorio comprendido desde el Bidasoa hasta el Oria y desde el mar hasta Navarra, estando dentro de sus límites, Fuenterrabia, Irún, Oyarzun, Rentería, Lezo, Pasajes, Hernani, Urnieta, Andoain, Usurbil y Orio.
LA REAL COMPAÑÍA DE CARACAS
CAPÍTULO importante de la historia de Guipúzcoa es la Real Compañía Guipuzcoana de Navegación de Caracas, que llena todo el siglo XVIII. Nació en 1728 tras las negociaciones entre el ministro Patiño, en representación del rey Felipe V, y don Felipe de Aguirre, secretario de la Junta Foral de Guipúzcoa. Se firmó un convenio de 18 artículos que detallaba las actividades de la nueva compañía de navegación para el trato comercial con la "provincia de Caracas".
Hasta aquella fecha era casi inexistente el comercio español en Venezuela, en manos de holandeses en su mayoría, y el resto en manos inglesas, francesas y danesas. Como prueba de ello diré que desde el año 1706 a 1721 ningún mercante español fue consignado de España a Venezuela, no llegando ninguno a puertos españoles en ese período de tiempo.
La suscripción de acciones estuvo abierta a todos los españoles, no siendo exclusiva de los guipuzcoanos. Fue trabajosa la creación de la compañía que dos años después de su nacimiento, exactamente el 15 de julio de 1730, enviaba desde el puerto de Pasajes con carga general los navíos "San Ignacio""San Joachin", y la galera "Guipuzcoana" y el 15 de octubre el navío "Santa Rosa", los cuatro armados en guerra, con 561 hombres de tripulación, preparados todos ellos para enfrentarse si fuera preciso con barcos holandeses e ingleses.
En el Consulado de San Sebastián se celebraban anualmente las juntas generales de accionistas de la compañía, y aquí estuvo en un principio la dirección de la misma, que años más tarde estuvo obligada a trasladarse a Madrid. Tenía en nuestra ciudad almacenes y poseía otros en Madrid, Alicante, Barcelona y almacenes con factoría en Cádiz, puerto este que vivió "una era de prosperidad inigualable durante los años en que existiera la compañía, porque sus navíos debían fondear primeramente en Cádiz", según José de Arteche.
En San Sebastián la compañía instituyó una capellanía con un sacerdote vascongado, "dotado de mil pesetas anuales para que atendiera a las necesidades espirituales de los tripulantes, y que funcionaba en el Colegio de los Jesuitas".
Los buques de la compañía sirvieron para el transporte de tropas españolas. En 1742, dos regimientos fueron trasladados a La Habana en cinco navíos de la compañía, pues la capital cubana se hallaba bloqueada por los ingleses, navíos que para llegar a su destino tuvieron antes que sostener un combate que duró nueve horas con los buques británicos.
Después de 57 años, fue liquidada tras fusionarse con la Real Compañía de Filipinas.
Hasta aquella fecha era casi inexistente el comercio español en Venezuela, en manos de holandeses en su mayoría, y el resto en manos inglesas, francesas y danesas. Como prueba de ello diré que desde el año 1706 a 1721 ningún mercante español fue consignado de España a Venezuela, no llegando ninguno a puertos españoles en ese período de tiempo.
La suscripción de acciones estuvo abierta a todos los españoles, no siendo exclusiva de los guipuzcoanos. Fue trabajosa la creación de la compañía que dos años después de su nacimiento, exactamente el 15 de julio de 1730, enviaba desde el puerto de Pasajes con carga general los navíos "San Ignacio""San Joachin", y la galera "Guipuzcoana" y el 15 de octubre el navío "Santa Rosa", los cuatro armados en guerra, con 561 hombres de tripulación, preparados todos ellos para enfrentarse si fuera preciso con barcos holandeses e ingleses.
En el Consulado de San Sebastián se celebraban anualmente las juntas generales de accionistas de la compañía, y aquí estuvo en un principio la dirección de la misma, que años más tarde estuvo obligada a trasladarse a Madrid. Tenía en nuestra ciudad almacenes y poseía otros en Madrid, Alicante, Barcelona y almacenes con factoría en Cádiz, puerto este que vivió "una era de prosperidad inigualable durante los años en que existiera la compañía, porque sus navíos debían fondear primeramente en Cádiz", según José de Arteche.
En San Sebastián la compañía instituyó una capellanía con un sacerdote vascongado, "dotado de mil pesetas anuales para que atendiera a las necesidades espirituales de los tripulantes, y que funcionaba en el Colegio de los Jesuitas".
Los buques de la compañía sirvieron para el transporte de tropas españolas. En 1742, dos regimientos fueron trasladados a La Habana en cinco navíos de la compañía, pues la capital cubana se hallaba bloqueada por los ingleses, navíos que para llegar a su destino tuvieron antes que sostener un combate que duró nueve horas con los buques británicos.
Después de 57 años, fue liquidada tras fusionarse con la Real Compañía de Filipinas.
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