martes, 28 de abril de 2015

VIEJOS RECUERDOS

UN cronista donostiarra, Vicente Laffitte que cada semana se asomaba al periódico "El Pueblo Vasco", evocaba un día viejos recuerdos de sus años infantiles, hacia 1860. Nos hablaba de la procesión del Corpus.En Santa María se congregaba el clero de las dos parroquias unidas (Santa María y San Vicente) y todos convergían a una sola procesión, dándole mayor realce. De niño, el cronista asistía a ella con el colegio llamado de los "gallegos", de los hermanos Espina, y el campeonato lo ganaba aquel que llevase la vela mejor rizada.

Ya mayorcito, acudía a presenciarla desde un balcón de la calle Mayor, en la casa en la que entonces estaba la carpintería de Javier Olasagasti, y su moradora, doña Elena, colocaba al pie de sus balcones un lindo altar engalanado de tapices y alfombras.

Cestas de rosas se vertían sobre el palio y "los que acudíamos a casa de doña Elena éramos obsequiados con unas riquísimas fresas bañadas en crema y un jerez aromático".

Después de la procesión, la gente iba al Hornabeque (más o menos el actual Boulevard), que era el paseo de moda, donde hasta la una tocaba la música del regimiento de la guarnición. Aquel día se vestía por primera vez en la temporada el pantalón blanco y se lucía el sombrero de paja.

Este paseo del Hornabeque era un edén, según el cronista, y se hallaba situado tras la Puerta de Tierra y el puente levadizo, en el cruce de las dos avanzadas que por la derecha salían a la carretera de Madrid y por la izquierda a la de Francia. "De una a otra avanzada había grandes fosos y una fuerte empalizada que servía para resguardar las fortificaciones exteriores; y éstas, a su vez, para proteger y cubrir las murallas principales. Dentro de este recinto, que ocupaba una gran extensión, hallábase el Hornabeque, compuesto de dos medios baluartes y el hermoso paseo poblado de grandes árboles, alguno de los cuales, como el tilo y la acacia, producían aromáticos perfumes".

Si el Hornabeque cambió totalmente y pasó a mejor vida, la Parte Vieja también fue cambiando. En el barrio de la Jarana todas las transacciones se en vascuence y en vascuence se vociferaba la subasta y venta de la mercancía al por menor. Ya no se oye, escribía, la imprescindible filarmónica del pescador. Los aprendices de pescadores han cambiado el marro por el fútbol. A las traineras sin cubiertas, llamadas ataudes flotantes, le sucedieron los vaporcitos.

Todavía se ven jóvenes en Cai-arriba componiendo las redes y , de vez en cuando, amañado en una tina, con mezcla de sal y hielo, pescado para su exportación.

R.M. (DV)

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