sábado, 7 de enero de 2023

EL FRÍO EN OTRAS ÉPOCAS

 Cuando el frío, las heladas y nevadas llegan a nuestra tierra guipuzcoana, los comentarios de la gente giran siempre sobre si se ha conocido otro invierno más riguroso que el que viven los que ahora charlan sobre el tema.

Copio a un cronista local que escribió esto en 1956. Resulta imposible saber a ciencia cierta, de un modo matemático si los fríos que se han llamado históricos fueron más o menos rigurosos  que los que hemos padecido en los últimos inviernos. Ello obedece a que en la actualidad nos guiamos en la determinación del frío por los termómetros, que al ser un invento relativamente reciente sólo puede proporcionarnos datos relativamente recientes.

Para la determinación de los fríos más o menos antiguos tenemos que valernos de otras apreciaciones y comparaciones, que no por menos matemáticos son menos expresivas. Así por ejemplo, el invierno de 1788-89 fue muy riguroso en Guipúzcoa. Comenzó en los primeros días de diciembre y continuó hasta Pascau de Resurreción con vientos, nieves copiosas, heladas, aguas y truenos que molestaban mucho. Un invierno largo y crudo de verdad. El día más terrible fue el 6 de enero del 89.

Diez años después se registró otro mal invierno: el de 1798-99. Comenzó el 21 de diciembre con una fuerte helada, que continuó hasta el 17 de enero y fue in crescend, en términos que se hacían intolerables. Toda la hortaliza de los campos quedó destruída y los nabos llegaron a corromperse hasta el punto de que apestaba su olor. En veintitrés días no se vio una sola nube en el cielo; durante este tiempo el aire era tan sutil y gélido que, al decir de los contemporáneos, impedía la respiración.

El invierno de 1829-30, fue, quizá, el más cruel de los que conocieron los contemporáneos. Principió con una nevada el 21 de diciembre  y desde el 25 en adelante nevó tan abundantemente como nunca se había visto antes. Subsistió la nieve en los tejados desde el citado 21 de diciembre hasta el 19 de febrero siguiente, teniendo para el fin más de media vara de espesor, pues con la intensidad del frío nada se derretía. Heladas y nevadas se sucedían y fue tal la fuerza de aquella que el 28 de diciembre por la noche, alcanzó el termómetro Reaumur los diez y medio grados bajo cero.

Nuestros antepasados pasaron las suyas, llegando en Tolosa a que el Ayuntamiento procediese a hacer una corta de los árboles de los paseos públicos, en la imposibilidad en que estaban sus vecinos de salir al campo a proveerse de leña.

Cosa bien sensible, dice Gorosabel, pero muy preferible a que una parte de la población pereciera de frío por falta de combustible

R.M. - KOXKAS - D.V. 07/01/2003

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