Pasajes Ancho es un pueblo que ha nacido no hace mucho, poco más de dos siglos. Existía un molino, unas ciénagas, unos juncales, una laguna que se llenaba de agua salobre dos veces al día y se volvía a vaciar, a impulsos de la marea que se adentraba pugnando por invadirlo todo.
Un viajero, en 1848 contaba como se estaba construyendo la carretera que unía San Sebastián con el Camino Real de coches en Oyarzun, y eran de ver "los trabajos del puente , de considerable extensión, que se estaba construyendo para pasar el nuevo camino sobre el derrame de la ría en la alta marea..... Oímos un ruido y un voceró infernal. Eran las bateleras que rodeaban un coche que acababa de bajar de San Sebastián, y se disputaban la preferencia para conducir a los viajeros...."
Pasajes era una pequeña villa que constaba de dos barrios, el de San Juan y el de San Pedro, divididos por un profundo brazo de mar, de modo que la comunicación entre los citados barrios se mantenía por medio de barcas, pues no había puente que las uniera. Hace algunos años, escribía Gregorio Humbrados Oñatibia, de quien tomo estos datos, se pensó en la construcción de un gran puente colgante, pero se abandonó el proyecto por su excesivo costo; la población nada tiene que ver y sólo el puerto ha adquirido gran celebridad, por ser el más seguro de toda la costa y por los astilleros que tuvo, donde se fabricaron todas las capitanas de las armadas de España durante la dominación de la Casa de Austria. Manuel Abella dice que en 1800 no se construían ya tantos bateles como en tiempos antiguos, sobre todo en el reinado de la Casa de Austria, "cuando se fabricaban en unos astilleros muchísimas capitanas y almirantas, y se equipaban en el mismo puerto las mayores armadas del océano", y nos señala que en el actual Pasajes de San Juan se hallaban los grandes astilleros de la Compañía de Filipinas y en San Pedro "está una grada del Rey, donde se han construido navíos de línea, etcétera.."
En Pasajes Ancho lo más notable era un molino o "Molinao", movido por la fuerza de las mareas, que al subir precipitaban el agua por la "bocana" donde se asentaba el molino, e impulsando las paletas de la rueda hidráulica, se precipitaban en la laguna que se extendía tras el Molinao hasta anegarla, y entonces, dejando de funcionar el mecanismo, esperaba el molinero a que volviera a bajar la marea, para que abriendo de nuevo "la bocana" se volviera a poner en movimiento todo el ingenio, esta vez en sentido contrario, pues ahora vertía en la bahía el agua que se había almacenado en la laguna, hasta quedar exhausta. Todo esto nos cuenta Gregorio Humbrados Oñatibia.
R.M.-KOXKAS -D.V. 09/01/2003
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