Su figura pertenece a la leyenda y en el recuerdo no ya de su generación sino de las posteriores sigue viva la estampa del mariñel valiente que muere en el mar por haber arriesgado su vida para salvar las de sus compañeros. La placa que en el sencillo monumento que se alza en el muelle a su memoria dice muy espartanamente : "A la memoria de Mari (Jose María Zubía), humilde pescador que coronó su vida de abnegación heróica y murió trágicamente al dar auxilio a varios náufragos el 9 de enero de 1866"
El mar fue su tumba: El mar que había sido testigo de su laboriosidad pescadora y de su abnegación en diversas ocasiones. Nacido en Zumaya en 1809, vivió siempre en San Sebastián, donde era querido por todos , por su carácter, su bondad y su maestría en el arte de la pesca. Había intervenido en diversos salvamentos, tal vez el más espectacular el registrado en julio de 1861 en las proximidades de La Concha y en el que Mari consiguió arrancar de las olas a los náufragos: Fue recibido en el muelle en olor de multitud y entre la gente que esperaba al héroe estaba la artista Teodora Lamadrid, que por aquellos días actuaba en el Teatro Principal. Fue en este coliseo donde unos días más tarde se le rindió un homenaje en el que la citada artista representó "Adriana Lecouvreur" y al final de la representación, Mari, que había asistido a la función desde un palco, entregaba a la artista una corona de flores diciéndola: "Esto me han entregado para tí"."Para mi no, para ti", contestó Teodora mientras el teatro estallaba en una calurosa ovación.
El 9 de enero de 1866 el temporal ponía en grave peligro a una barca fuera de puntas. Salió Mari con la suya par auxiliar a los que luchaban contra el oleaje. La lancha de Mari, que era seguida por la gente agolpada en las estribaciones de Urgull e Igueldo, desaparecería y volvía a aparecer, juguete del mar embravecido. Se le veía a Mari, de pie, dirigiendo a los hombres que en su lancha remaban. Pero en un golpe de mar, ésta volcó y entre los remos y la espuma Mari y sus hombres intentan salvarse. Otro lobo de mar, el "Olandés", sale a todo remo para salvar a los náufragos y consigue recoger a todos menos a uno, Mari.
En recuerdo de Mari, aquel domingo de Carnaval salió una comparsa de marineros que recaudaron fondos para socorrer a su familia y levantar un monumento en su memoria. Tomaron parte en ella todas las clases sociales y la dirigió Ignacio Tabuyo, padre del que años después sería alcalde de la ciudad. Había en la comparsa bandas de música, parejas de baile, coros, una carroza que representaba una concha tirada por delfines y acompañada de cuatro genios rodeando a Neptuno, que era el popular cochero Bastanga, que iba con su tridente. Un grupo de niños, entre los que figuraban donostiarras que serían ilustres años después (Pavía, Calbetón, Laffitte, Blasco, Peña, Marqueze, los Vinuesa....), iban vestidos de marineros con pantalón blanco, blusa garibaldina roja con anclas doradas en el cuello y sombrero de hule y cantaban una marcha escrita por el poeta Ramón Fernández con música de J.J.Santesteban :"Rudos hijos de Neptuno/sin más timbre ni fortuna/ pueblo le hace nuestra cuna/nuestra tumba será el mar./ Cien y cien borrascas fieras/ azotaron nuestras frentes/ y otras cien si más invierte/nuestra palma salvó audaz".
R.M. - KOXKAS - D.V. 08.01.1984
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