Fuentes
Antes de que las aguas del Añarbe llegaran a las casas de la ciudad, los donostiarras se suministraban de agua en diversas fuentes que había en calles y plazas del casco urbano. Junto a los caños se daban cita las muchachas que acudían con sus cántaros, herradas y cubos para charlar y nunca faltaban mozos, soldados y panaderos que chicoleaban mientras les llegaba la vez.
Antes del derribo de las fortificaciones, las fuentes más concurridas que había intramuros eran éstas: la que se hallaba en la plaza Vieja apoyada en el lienzo de la muralla junto a la Puerta de Tierra. Era muy vistosa y estaba coronada por un león de hierro fundido en la casa Val d'Osne, que por la boca lanzaba un chorro de agua que caía en una taza. Al derribarse las murallas, fue trasladada a la plaza de Lasala, donde sigue el león presidiendo el lugar. Otra muy concurrida por los chavales era la que había en el muelle, al término de la muralla, llamada de la Rampa, donde una generosa cariátide lanzaba constantemente un chorro de agua. En una de las paredes de la parroquia de San Vicente, en la calle de la Trinidad, hoy 31 de Agosto, había otra diseñada por el ingeniero Geney, y a la que concurrían los soldados de los cuarteles de San Telmo y las pupilas de las mancebías que había en las inmediaciones.
Tan historiada como la de la Puerta de Tierra era la fuente que había en la Brecha, con su columna truncada de mármol de jaspe de Choritoquieta, su corona de laurel y con cuatro balas de cañón puestas en forma piramidal y dos caños. La que había en la calle de los Esterlines constaba de una escalinata octogonal con un centro de formas ligeras cayendo el agua desde lo alto a un gran recipiente y de éste a una gran taza de la que iba el líquido a la boca de dos cisnes de donde salían los chorros. La que había en la calle del Puyuelo, hoy Fermín Calbetón, constaba de un cuerpo cuadrado y de un basamento adornado con hojas y nenúfares. Los grifos por los que manaba el agua eran dos cuellos de cisne. Cerca de San Telmo, en la calle hoy llamada de Alvaro del Valle Lerchundi, entre Santa Corda y la Trinidad, había y hay otra, con un gran monolito y un caño. La de Urgull mitigó la sed a los donostiarras cuando en 1835 los carlistas al sitiar la ciudad cortaron la cañerías que alimentaban a las diversas fuentes.
Fuera del recinto amurallado, la fuente más famosa era la del Chofre, sita donde luego se alzó la plaza de toros inaugurada en 1903. Tenía un frontón con un escudo barroco con las letras S.S., y en perpendicular dos bancos de piedra. A ella acudían los donostiarras, se sentaban en los bancos, algunos merendaban y todos remojaban el gaznate con et agua. También era lugar predilecto para ir de merienda la fuente llamada de la Salud, cuyo nombre no se debe a que aquel agua tuviera propiedades medicinales. Estaba en la falda de la finca Arbaiza-Enea, donde luego se proyectó la calle Autonomía, tenía un frontón de medio punto y se hallaba rodeada de árboles. Cerca de la fuente estaba el ventorro de «Motxa-Enea» en cuya explanada los hombres jugaban a la toca. A la lista de las fuentes del extrarradio hay que agregar las que había en el paseo de San Francisco de Atocha y la llamada de la Campana, en Ategorrieta, subterránea y cuya planta semejaba a una campana que decían tenía el perfil de la campana de la catedral de Toledo.
KOXKAS 23-10-85 R.M.