El sábado a la mañana arribó con un mar enfurecido la corbeta Concepción de Bílbao, viéndose en tan grave peligro que salio el salvavidas Guipúzcoa escoltando a un atoage a amarrar la embarcación y llevar la tripulación a tierra, pues el naufragio se consideraba inminente. La corbeta fue garreando sobre anclas hasta llegar a situarse frente al peñón del Antiguo, a pesar de lo fuertemente amarrada que había quedado.Pasaban las horas y la Concepción seguía garreando de tal modo que todos creían que iria a naufragar hacia el murallon denominado El Fraile.
El muelle y el paseo de La Concha se llenaron de curiosos, pese a la lluvia.Como el huracán iba adquiriendo cada vez mayor fuerza, zarparon de la bahía, contra viento y marea para Pasajes una docena de vapores de pesca. «Nunca se divisará otro espectáculo más grandioso y terrible a la vez, que aquel que presenciamos desde el Castillo de la Mota algunos pocos curiosos" escribió Diario de San Sebastián, «La lucha de los vapores contra el desencadenado mar fue sublime y terrible, sobre todo a la salida del canal de Santa Clara y frente a la barra del Urumea. Los vapores desaparecían por momentos, como sepultados bajo inmensos montes de agua, y al volver sobre la cima, pegaban tales botes que se asemejaban a pelotas de goma, Por fin, llegaron todo con felicidad a Pasajes, después de la atrevida y temeraria hazaña acometida por nuestros modestos cuan heroicos marineros».
En la bahía quedó el Maria Milagros cón la tripulación a bordo. El tiempo seguía empeorando, las olas barrían La Concha y los muelles; el vapor pedía auxilio siendo imposible socorrerle. Chimeneas y tejas volando por los áires. Sobre las 4 de la tarde el tiempo se calmó algo, comenzando a diluviar. En la madrugada del lunes los faros y truenos alarmaron a la gente, registrándose a las 6 un trueno que causó verdadero terror y que hizo temblar las casas de la Parte Vieja. Los relojes eléctricos se pararon. Un rayo cayó en el Castillo.Luego se calmó álgo el mar y el María Milagros pudo zarpar a Pasajes,
De aquellas jornadas conservaron memoria durante años los donostiarras, .
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