miércoles, 20 de marzo de 2013

RECUERDOS DE UN DÍA ENTRAÑABLE

Santo Tomás es uno de los días más entrañables para los donostiarras. Los recuerdos de aquella fecha, que arrancan de cuando se va dejando la infancia para pasar a la pubertad, no se borran nunca de la memoria.
Un hombre mayor contaba en 1884 en el periódico «El Eco de San Sebastián» como era la feria en los años treinta para los muquizus de entonces.
Empezaba para ellos el día muy temprano. «Asistíamos (chupándonos los dedos de frío) a la misa de cinco, lo cual no impedía que una vez terminada ésta, nos trasladáramos a los arcos de la plaza y en
unión de algunas Dulcineas de trastienda que después del acto religioso se desprendían de sus mantillas, formáramos un animado paseo en medio de la mayor oscuridad, lo que daba lugar a continuos encuentros, «chilipurdis» y accesorios, y traíamos la del alba fumándonos media cigarrería de Angelito mientras veíamos aparecer lentamente la luz del día».
En los huecos de los arcos se iban colocando mesas y sobre ellas ponían calderos, sar tenes, tamboriles, tambores, panderetas, silbatos,. muñecas, arcas de Noé, no faltando los cencerros, pieles, cadenas, melenas, todo el «attrezo»del ganado vacuno. 

Contaba el viejo donostiarra como ya a las 8 de la mañana había algunos baserritarras examinando una escopeta, apuntando a todas partes y disputándose el turno para probárla detenidamente.
«Es un puesto muy concurrido. Volved a las cuatro de la tarde y encontraréis la gente en la misma actitud. Ya oscurece. Ya se retira el vendedor. Y aquella misma escopeta, que tantas veces ha cambiado de mano durante el día, es recogida por su dueño para sacarla nuevamente a la venta el próximo Santo Tomás. Y asímismo se ha exhibido en otra docena de Santo Tomás».
Por los arcos, el obligado paseo, no faltando las bellas donostiarras. Si llovía, que suele ser casi todos los años, el paso por los arcos se hacía intransitable.
Había un auténticó torbellino de empujones,borrascas, gritos estridentes y risas estentoreas.
«La noche amenaza con su negro manto. El reinado del tradicional embutido cesa. ¡Un día de imperio y aquel tan corto! El más corto del año y en general poco favorecido por el tiempo ¡Pobre plaza!
Cuando recordamos las deliciosas horas que en tu regazo hemos pasado, acongójase nuestro pecho al verte tan desamparada» .

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