Hallabase San Sebastián en poder de los franceses desde 1808. Las fortificaciones de la plaza, que debiéronse en su comienzo a Sancho el Fuerte, de Navarra, fueron modificándose con los adelantos de las épocas de los Austrias y los Borbones, teniendo la ciudad un reconocido valor militar.
Formaba la ciudad un cuadrilátero rodeado de viejas y modernas murallas. Las del lado occidental eran bañadas en su pie por las aguas de La Concha; por el Oriente se asentaban sobre la margen izquierda del Urumea; en el lado sur constituían las murallas un recinto de unos 350 metros defendido por un robusto hornabeque, alzándose en medio y detrás el llamado Cubo Imperial que lo flanqueaba por donde se entraba en la ciudad , y en los extremos daban el flanqueo dos medios baluartes llamados de San Felipe y Santiago, obras débiles pero reforzadas por un hornabeque más robusto que ayudaba poderosamente a su defensa. Por el Norte no eran menester obras de ninguna clase, pues bañaba el mar el pie de Urgull y el de su fortaleza, el castillo de La Mota, levantado en un inmenso peñón de planta elíptica de 600 metros de longitud por 400 de anchura en sus ejes y de alturas de 120 metros. Uniendo el frente de tierra con la muralla del Urumea había un trozo a manera de chaflán flanqueado por dos Cubos llamados de los Hornos y de Amézqueta, que con la batería de San Telmo dificultaban el ataque por ese lado.
La guarnición se componía de 3.500 hombres de infantería y escaso número de artilleros para servir 76 piezas de artillería. Se distribuyó esta fuerza, mandando un batallón a la altura de San Bartolomé, a la cabeza del puente de Santa Catalina ........ 40 hombres y otros 25 a la isla de Santa Clara.
A los pocos ingenieros que había se agregaron 300 infantes, que trabajaron en las obras de defensa que se iniciaron en el barrio de San Martin.
Comenzaron los ataques de los sitiadores, que mandaba el general Wellington, el 17 de agosto y el 24 y 25 los sitiados causaron al ejército anglo-portugués cuantiosas bajas: cinco oficiales de ingenieros, 44 de infantería y 520 individuos de tropa fueron muertos, heridos o prisioneros.
A presencia de Wellington comenzó el día 26 el fuego con una salva de 57 bocas de fuego. Los cubos de Amézqueta y de los Hornos fueron destruidos. En la noche del 26 al 27 fueron echados los franceses de la isla de Santa Clara, instalando allí los sitiadores una batería para disparar sobre el Castillo.
La situación se hacía insostenible. Todo eran ruinas y muerte en la plaza. Y llegamos al 30 de agosto según veremos mañana.
lunes, 18 de marzo de 2013
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