LA de Santa Catalina era una fecha clásica en San Sebastián. En ese día nuestros pescadores daban principio a las faenas de la pesca del besugo.
En el paseo de los Fueros, frente al Urumea, existió la iglesia de Santa Catalina y en ella el 25 de noviembre nuestros pescadores se reunían para dar principio a la pesca de cetáceos. Pero volvamos la vista atrás. Allí, en aquella iglesia, a finales del siglo XIV asistía a la religiosa función toda la marinería que «cumpliendo piadoso voto hállase descalza, la rodilla derecha que sólo a Dios doblega el vascongado -escribió hace más de un siglo Mendiz Mendi-, tiene hincada aquella gente durante toda la misa; no se siente más que el murmullo de las plegarias que salen de los pechos de los pescadores.
De entre aquel grandioso grupo sobresale la figura de uno de ellos: es la del capitán, tipo arrogante y varonil; su fervor es puro, sincero, pues la mirada tiene clavada en los pies del altar; ese hombre reza con el pensamiento y ruega con el corazón...
El capitán se persigna, levantándose y con el paso muy quedo, con las manos puestas sobre el pecho y también descalzo, se arrodilla en las gradas del altar, besa el suelo y recibe la comu nión de manos del celebrante; sigue toda su marinería, llena de fe, puñado de hombres fornidos, curtidos a la fuerza de los elementos, en cuyos corazones no cabe más miedo que el temor y el resto debidos a Dios; intrépidos marinos que en frágiles bajeles van a lanzarse a mares desconocidos, quizás para no volver más, pero que nada les arredra...
Acaba de partir la flota, es la armada del insigne don Juan de Echaide, célebre navegante donostiarra que al cabo de los tres años arribó a su pueblo, descubriendo los bancos de Terranova, habiendo bautizado a uno de sus embarcaderos con el nombre Echaide-Portu.
Habiendo sido derribada la parroquia de Santa Catalina por orden del brigadier don Alejandro de la Mota para la defensa de la plaza cuando el sitio de 1719 por los franceses al mando del duque de Berwick, la cofradía de mareantes se trasladó a Santa Máría y en la fiesta de Santa Catalina la población acudía en masa, celebrando los oficios en el altar llamado de la Comunión, en donde se venera la imagen de Santa Catalina.
Aquellas expediciones que comenzaban el día de Santa Catalina, quedaron reducidas a la pesca del besugo. «Era ley antigua en San Sebastián ceder la lengua de las ballenas a la cofradía de San Pedro: hoy después de la campaña besuguera nuestros pescadores acuden a los santuarios que por tradición legaron tan solemne costumbre y piadoso fin...»
miércoles, 20 de marzo de 2013
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