miércoles, 13 de marzo de 2013

EL DISPENSARIO DE SANTA ISABEL

No todo eran fiestas, toros, bailes, compañias de teatro, playas, conciertos ... en aquel San Sebastian veraniego y turistico de hace ochenta años. Los cronistas de la epoca que recogian en sus escritos aquel mundo festivo de entonces, no se olvidaban de otros aspectos de un San Sebastian ejemplo de humanidad y de caridad. Uno de aquellos cronistas, Cyrano, escribia que las muchachas que figuraban en las fiestas no solo pensaban en el novio, en el baile, en el golf, en el cine, en el tenis. Tambien tenian otras preocupaciones y muchas de las horas del dia lo pasaban ejerciendo obras de caridad.
Y ponia el ejemplo del Dispensario de Santa Isabel, que entonces estaba en la calle Larramendi num.25, esquina a Easo. "Sobre las tres y media hice mi entrada en el Dispensario. Muchas de las gentiles señoritas que solemos hallar en los sitios de diversion, encontrabanse alli con su uniforme de enfermeras, curando a gentes pobres sus repugnantes llagas, sus ojos purulentos, sus heridas, ulceraciones... ¡Un horror! Y todo ello sin ese nerviosismo de la mujer histerica, sin la morbosa exaltacion de quien cumple ese menester por los azares de la moda. Aquellas muchachas cumplian su mision voluntariamente, con serena conciencia, con franciscana abnegacion."
El Dispensario de Santa Isabel fue fundado por el medico Charles Vic, el popular y muy acreditado doctor Vic. La directora, una monjita todo nervio en su cuerpo menudo, era una mujer que estaba en todas partes. Habia una junta directiva formada por señoras, junta que presidia Ines Brunetti, de la que formaban parte la señora de Rezola (vicepresidenta), señora de Vic (tesorera), señora de Borie (vicetesorera), señora de Tejada (secretaria) y señorita Pilar Novallas (vicesecretaria).
Todos los jueves habia consulta de oftalmologia por el Dr. Harriet, de otorrinolaringologia los viernes, a cargo del doctor Olalde; los martes y sabados, medicina general, por los doctores Ayani y Vic. Las enfermeras, todas voluntarias, cambiaban de destino por riguroso turno, pasando de medicina general a cirugia, esterelizacion, curas, inyecciones, ventosas...
Era muy grande el culto que en el Dispensario se rendia a la caridad, pero no era menor el que se tenia a la limpieza. La blancura de suelos y paredes era inmaculada. Los guantes de cauchu estaban constantemente en danza. Los aparatos, instrumentos y ropa podrian figurar en vitrinas de una exposicion.
En la vida de aquel San Sebastian de 1918 habia algo mas, mucho mas, que bailes y noviazgos, tenis y golf...

R.M. - DV - 16/05/1998

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