El Carnaval de 1900 fue de los mejores que hasta entonces se habían celebrado aquí. Hubo una cabalgata en la que participaron muchas carrozas y multitud de comparsas y máscaras que tardaron en desfilar varias horas en un recorrido de 4 kilómetros. Hubo un baile en el Casino en el que lucieron su belleza las elegantes de San Sebastián y todos admiraron sus tallas de avispa y sus enormes sombreros cargados de flores estilo Watteau.
Entonces escribía crónicas de sociedad en El Guipuzroano el conde de Torremuzquiz que las firmaba con el seudónimo de Morfeo. De aquel baile escribió lo siguiente:
«Nada tan elegante ni artístico como nuestro Casino; pero anoche la naturaleza había acudido a completar con sus hechizos los del arte. Las niñas más lindas que atesora Donostia adornábanle con su presencia.
Figúrense lo que sería la fiesta estando en ella las marquesa de Távara, de San Felices y de la Romana; condesas de Llobregat y de Peñaflorida y señoras y señoritas de Alonso, Colmenares, Baldasano, Brunet, Calzado, Cologan, Comba, Churruca, Domínguez Echagüe, Hompanera, Lojendio, Morales de los Ríos, Machimbarrena, Marqueze, Peña y Goñi, Ríos y Rial, Rojo Arias, Seoane, Spenger, Urreiztieta, Victoria de Lecea, Margarita Irazusta, Celestina Irazabal, Canuta Vignau, Avecilla, Escoriaza, Bermejillo, Dotres, sin contar algunas más que con harto sentimiento tal vez no acierte a recordar.
Figúrense además trajes como el amaranto puro estilo imperio de las encantadoras señaritas de Calzado; el creme bordado de la preciosa Manolita Brunet; el blanco de la bellísima señorita de Cologán; el negro de encaje de la esbelta Florita Brunet; el azul de... pero ¿quién me manda entrar en tales y tan angustiosos detalles? ¿A qué decir que ésta, la otra y las de más allí son fashionables y originales en el vestir? Tanto valdría decir, por ejemplo, que la gentil hermosura de la señora de Morales de los Ríos posee el cuerpo más esbelto que se pasea por la hermosa Concha.
Cada descanso del baile era endulzado por exquisitos refrescos y golosinas, sin contar las palabras amarosas que son consecuencia natural de los valses y rigodones.
En el cotillón espléndido con figuras traídas de París, fue cavalier conducteur el joven don Guillermo Brunet e hizo de incomparable maitresse du cotillon la linda señorita de Calzado».
Por aquellos días fueron designadas reinas de San Sebastián las señoritas María Abaigar, Jesusa Berridi y Paquita Martija.
lunes, 18 de marzo de 2013
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