miércoles, 20 de marzo de 2013

TERMINA EL SITIO

Aquel día, 31 de agosto de 1813,el cielo estaba triste, cubierto de nubes con una niebla tan densa que no se distinguía nada a cierta distancia hasta las 8 de la mañana que comenzó el formidable cañonazo.

A las 11 de la mañana salió de las trincheras de la izquierda la brigada Robinson, pero los franceses dieron fuego a la mina estratégicamente colocada, pereciendo el sargento y los doce soldados que habían salido los primeros de la trinchera y treinta más de la columna que les siguieron. Cincuenta piezas de artillería ayudaban a los asaltantes.De pronto y de forma repentina se oyó una tremenda explosión. Un proyectil inglés había dado fuego a varios barriles de pólvora, a las bombas y las granadas y a cuantas materias inflamables tenían los franceses tras de la brecha para lanzarlas sobre los atacantes. El humo privó a los beligerantes de toda visión.

Al desvanecerse, se presentó ante los ojos un cuadro espantoso. Trescientos franceses que defendían la brecha habían desaparecido lanzados por el aire, y el camino formado por las ruinas se les ofrecía desembarazado a los ingleses para tomar la ciudad. Los ingleses eran dueños de la principal brecha,los portugueses de la pequeña y los del frente, del hornabeque. Tres puntos estratégicos.

Escasa defensa ofrecieron las barricadas y obstáculos interiores y antes de llegar al reducto de Santa Teresa, convertido en primera defensa, cogieron prisioneros a cerca de setecientos franceses. Lo que sucedió después, la pluma se resiste a describirlo. "Pareció ser aquello -escribió el historiador inglés Napier- la señal dada por el infierno para la perpetración de atrocidades que hubieran cubierto de vergüenza a los pueblos más bárbaros de la antigüedad".

La ciudad ardió. De las 600 casas que tenía San Sebastián, sólo cerca de cuarenta se libraron del fuego. Antigüedades, valiosas memorias, caudales, mercaderías, papeles de los archivos del Consulado y del Ayuntamiento, todo lo destruyó el voraz elemento. Más de 1.500 familias quedaron en la miseria.

A los sitiadores les resultó cara la victoria. Más de 500 muertos y 1.500 heridos tuvieron en este segundo sitio.
Encerrados en el Castillo, los franceses se rindieron el 9 de septiembre. Eran 57 oficiales y 1.244 individuos de tropa. Quedaron en los hospitales 23 de los primeros y 512 de los segundos.

Fue izada en el Macho la bandera española saludada con 21 cañonazos, anunciando de una vez por todas el final de un sitio que había durado más de dos meses. Sesnta y tres días exactamente.

Al desvanecerse, se presentó ante los ojos un cuadro espantoso. Trescientos franceses que defendían la brecha habían desaparecido lanzados por el aire, y el camino formado por las ruinas se les ofrecía desembarazado a los ingleses para tomar la ciudad. Los ingleses eran dueños de la principal brecha,los portugueses de la pequeña y los del frente, del hornabeque. Tres puntos estratégicos.
Escasa defensa ofrecieron las barricadas y obstáculos interiores y antes de llegar al reducto de Santa Teresa, convertido en primera defensa, cogieron prisioneros a cerca de setecientos franceses. Lo que sucedió después, la pluma se resiste a describirlo. "Pareció ser aquello -escribió el historiador inglés Napier- la señal dada por el infierno para la perpetración de atrocidades que hubieran cubierto de vergüenza a los pueblos más bárbaros de la antigüedad".
La ciudad ardió. De las 600 casas que tenía San Sebastián, sólo cerca de cuarenta se libraron del fuego. Antigüedades, valiosas memorias, caudales, mercaderías, papeles de los archivos del Consulado y del Ayuntamiento, todo lo destruyó el voraz elemento. Más de 1.500 familias quedaron en la miseria.
A los sitiadores les resultó cara la victoria. Más de 500 muertos y 1.500 heridos tuvieron en este segundo sitio.Encerrados en el Castillo, los franceses se rindieron el 9 de septiembre. Eran 57 oficiales y 1.244 individuos de tropa. Quedaron en los hospitales 23 de los primeros y 512 de los segundos.
Fue izada en el Macho la bandera española saludada con 21 cañonazos, anunciando de una vez por todas el final de un sitio que había durado más de dos meses. Sesnta y tres días exactamente.Al desvanecerse, se presentó ante los ojos un cuadro espantoso. Trescientos franceses que defendían la brecha habían desaparecido lanzados por el aire, y el camino formado por las ruinas se les ofrecía desembarazado a los ingleses para tomar la ciudad. Los ingleses eran dueños de la principal brecha,los portugueses de la pequeña y los del frente, del hornabeque. Tres puntos estratégicos.Escasa defensa ofrecieron las barricadas y obstáculos interiores y antes de llegar al reducto de Santa Teresa, convertido en primera defensa, cogieron prisioneros a cerca de setecientos franceses. Lo que sucedió después, la pluma se resiste a describirlo. "Pareció ser aquello -escribió el historiador inglés Napier- la señal dada por el infierno para la perpetración de atrocidades que hubieran cubierto de vergüenza a los pueblos más bárbaros de la antigüedad".La ciudad ardió. De las 600 casas que tenía San Sebastián, sólo cerca de cuarenta se libraron del fuego. Antigüedades, valiosas memorias, caudales, mercaderías, papeles de los archivos del Consulado y del Ayuntamiento, todo lo destruyó el voraz elemento. Más de 1.500 familias quedaron en la miseria.A los sitiadores les resultó cara la victoria. Más de 500 muertos y 1.500 heridos tuvieron en este segundo sitio.Encerrados en el Castillo, los franceses se rindieron el 9 de septiembre. Eran 57 oficiales y 1.244 individuos de tropa. Quedaron en los hospitales 23 de los primeros y 512 de los segundos.Fue izada en el Macho la bandera española saludada con 21 cañonazos, anunciando de una vez por todas el final de un sitio que había durado más de dos meses. Sesnta y tres días exactamente.

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