Santa Rita
La festividad de Santa Rita y Santa Quiteria era celebrada hace un siglo en el barrio de la Jarana y allí acudía la gente de todos los puntos de la ciudad a divertirse. El día de la fiesta, el 22 de mayo de 1892, publicaba el periódico una epístola en verso que Santa Quiteria dirigía a Santa Rita que decía:
«Carta muy formal y seria/ que a Santa Rita bendita/ de su puño y letra escrita/ dirije Santa Quiteria./ 'Mi queridísima Rita/ te escribo de mala gana/ si he de decir la verdad, y aunque la solemnidad,/ que dedica la Jarana/ a nuestra festividad/ tenerme alegre debiera/ no debo ocultarte Rita/ que hay una cuestión maldita/ que yo no sé quién de fuera/ trajo, y el humor me quita./ Irás al muelle, lo sé,/ te divertirás, lo creo,/ verás bromas, bailoteo/ y observarás también que/ no hay allá más que jaleo/ Verás que en cada corrillo/ se derrocha sin temor/ la elocuencia y el humor/ que presta en el Globulillo/ de la ginebra el calor/ Verás arcos y coronas/ colgaduras y banderas/ y entre otras cosas... ligeras/ verás monas ¡ay, qué monas!/ Mejor dicho ¡qué 'jumeras'!;/ verás los bueyes correr/ y quemar fuegos de balde;/ que la gente, lo has de ver/ 'a son esprit a l'anvers'/ (como diría el alcalde,/ pues resulta ¡como el sol!/ y como una y dos son tres/ que San Vicente de Pol/ fue ciudadano español/ y San Ignacio francés)./ Pero una cosa entristece/ hoy nuestra festividad, y es que se a halla la ciudad/ que casi desaparece que se ha hundido la mitad./ Tales son los gritos dados/ por los píos unionistas/ al mirarse derrotados/ en sus caprichos velados/ ante los coalicionistas,/ que la gente no se atreve/ a salir ya de su casa/ y se pregunta: ¿qué pasa?/ aunque yo creo que debe/ ser todo una pura guasa./ En fin, que me ha disgustado/ lo que está pasando en ésa/ y por eso no he bajado./ Diviértete y ten cuidado/ no te declaren francesa, que todo pasa al revés/ entre esta gente tan seria/ y dicen que español es/ el que ha nacido francés./ Tu compañera, Quiteria».
Aquel 22 de mayo, que fue domingo, se registró un galernazo y el cielo estuvo cubierto de negros nubarrones, lo que no quitó animación a la fiesta. Desde las 11 sonó el tamboril. Por la tarde hubo ¡cómo no! los tradicionales bueyes.
A las 6, las nubes se encargaron de dispersar a la gente que danzaba, que se replegó hacia el portal del muelle donde se había levantado un altar a las santas, adornado con flores. Por la noche, hubo música, pero no en la calle Campanario, sino en los soportales de la Jarana, donde una sección de la banda de música dirigida por el maestro Galatas ejecutó bailables. Y la fiesta siguió hasta las 11 de la noche.
R.M.
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