martes, 6 de septiembre de 2022

CIUDA ÚNICA

 Ciudad única


A lo largo de los últimos cien años, y mejor podia decir ciento cincuenta, han sido muchos los periodistas que han divulgado por el ancho mundo los encantos de San Sebastián, de sus playas, de sus alrededores, de sus fiestas tradicionales, de su cocina, de su mar embravecido unas veces y en calma absoluta otras.

Podría recogerse en varios volúmenes toda esta prosa, elogiosa y generosa, y así tendríamos una visión bastante completa de cómo ha ido evolucionando la ciudad según pasaban los años y a las diligencias sucedía el ferrocarril y al paleto la cazadora y la camisola, al embarillado corsé el dos piezas-a veces una-playero, al canotier y el bombín la pelambrera suelta.

Uno más de los que escribió sobre San Sebastián fue Fernando Díaz Plaja que en 1954 decía:

«San Sebastián es la ciudad bonita por excelencia, la ciudad cómoda de temperatura y de clima. En San Sebastián la vida veraniega es, sin ninguna duda, la prolongación de la madrileña y, como tal, se prepara todos los años a dar en los meses de julio, agosto y septiembre lo más civilizado y maduro que el arte y la cultura pueden ofrecer. Se abren exposiciones de pintura, se trae a Rosario y Antonio cada uno por su lado, naturalmente; a los ballets de Cuevas, a la Orquesta Nacional, a Mariemma, a los Coros.

Cuando las grandes ciudades se amodorran, ésta despierta, se yergue y se muestra como un derroche de sensibilidad y de buen gusto, más notable por el contraste con su pequeñez fisica, con sus dimensiones reducidas de población veraniega.

Una de las cosas que más impresionan es precisamente el poder ir por la noche a ver la compañía de 'La Máscara', que dirige Luca de Tena; al concierto de la Orquesta Nacional; a oír a Lola Membrives o a 'sentir' a Calderón de la Barca, mientras al final de la calle la mirada se derrama sobre la plateada superficie del mar hasta encaramarse por el monte Igueldo o por las colinas que la bordean al Este. Es decir, cuando se percibe el inmenso lujo de ser ricos de espíritu sin necesitar el rascacielos, el asfalto y los ruidos estridentes de una urbe, todos los peajes a que la civilización nos obliga cuando nos da algo de su encanto.

Y que no se paga en San Sebastián como no se paga en otras pequeñas ciudades convertidas en gigantes un par de meses al año. Salzburgo o Beyruth, por ejemplo.

San Sebastián es una organizada maravilla, ciudad limpia, refinada, cuidada como un jardín, la ciudad que inventó el árbol preciso el tamarindo que festonea de verde La Concha sin ocultar el mar con sus ramas- y que se lava todas las noches con agua de lluvia para aparecer en su punto todas las mañanas».


R.M. - 5 septiembre 99 KOXKAS -


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