Homenaje a Ricardo Calvo
RICARDO Calvo fue un rey de la escena, el intérprete que supo conservar como nadie la llama viva, brillante, de nuestro teatro clásico, de “de esa joya incomparable que hace de España un país excepcional en los fastos de todas las literaturas”.
Fue en su tiempo un gran maestro del cual los mejores han aprendido, que dio y conservó la suprema dignidad para nuestra escena-, como escribió Miguel Pérez Ferrero.
Aquí en el verano de 1946 se le quiso rendir un homenaje y fue el 4 de setiembre cuando el Teatro del Gran Kursaal se vistió de fiesta para el acto. Hubo dos funciones, la primera a las 7 de la tarde y la segunda a las 11.15 de la noche.
En la primera Ricardo Calvo recitó el prólogo de 'Los intereses creados', representándose después la comedia de Jacinto Benavente 'La fuerza bruta.
Y terminó todo con un gracioso fin de fiesta en el que intervinieron los bailarines vascos Mari Carmen Isasa y Maximito Nogueras acompañados por los chistularis del maestro Ansorena; el tenor Antonio Villar, el actor Gregorio Beorlegui, la pareja de baile Sole Zubimendi y Aguedi Barrena acompañados de Pepe Andoain.
Luego se representó la estampa andaluza 'La niña de los dos novios', después los discípulos del maestro Bautista interpretaron 'Granada' de Albéniz y por último se representó la comedieta 'La importancia de llamarse Ernesto', por Micaela Pinaqui y Angel de Andrés.
Por la noche fue un auténtico magno acontecimiento. Se repuso 'El alcalde de Zalamea' por las primeras figuras teatrales que aquellos días estaban representando en San Sebastián como Luis Prendes, Rafael Rivelles, Lolita Villaespesa, Carmen Carbonell, Antonio Vico, Manolo González, Isabel Garcés...
El inmortal drama de Calderón de la Barca fue representado como pocas veces, o ninguna, se había hecho.
Ricardo Calvo encarnó aquella noche el personaje central de la obra, que es una glosa de los valores supremos. Los críticos dijeron que fue la suya una lección de bien declamar y una cátedra de precisión en los ademanes.
El teatro del hoy desaparecido edificio singular de la Zurriola estaba abarrotado de gente y pese a durar la representación hasta las tres y media de la madrugada, nadie se movió de sus asientos.
José María Pemán, con su elocuencia inigualable, cantó la figura y la obra de Ricardo Calvo, y el teatro puesto en pie aclamó durante varios minutos al orador y al actor.
R.M. 5 septiembre 96 KOXKAS
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